En este país nuestro, que sigue siendo tan esperpéntico porque lo llevamos sus habitantes en los genes, han cambiado, no obstante, muchas cosas en muy poco tiempo. Internet y las nuevas tecnologías, como los teléfonos móviles, han generado cambios determinantes. Que no han hecho nada más que empezar. Pero hay cuestiones que ni cambian ni está en la mente de la gente cambiarlas. Como el enchufe, algo tan nuestro, tan metido en nuestra forma de pensar.
En efecto, el enchufe es, además de un mal nacional, una costumbre tan arraigada que no va a ser fácil eliminar. Porque es más efectivo el enchufe que el mérito, la competencia y la preparación. Por eso todo el mundo busca siempre un padrino que le solucione el futuro. En los pueblos, y en las ciudades, todos, solemos decir que "quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija". No es que la sabiduría popular sea palabra de ley, pero en este caso, y mientras no se demuestre lo contrario, esa es la realidad absoluta.
Todos conocemos burros burrísimos que detentan y ostentan puestos inimaginables en la sociedad, muchos en las administraciones públicas para más "inri". Al calor del partido político de turno, la democracia nos ha llenado de gente poderosa cuya sabiduría y conocimientos nadie ha descubierto. Una legión de torpes se han encumbrado sin méritos objetivos en puestos de gran relevancia. Directores de cualquier cosa, chupópteros, chupatintas, asesores del propio bolsillo y una larga lista de gente sin fundamento han alcanzado puestos y prebendas en contra de la razón, de la lógica y de la justicia. Con Franco, los méritos obedecían a la dinámica del Movimiento y del haber ganado la Guerra Incivil, por eso la gente asumía sin rechistar que los hijos del "cuerpo" de Correos entraran en Correos y los hijos de quienes trabajan en Renfe se enchufaran en Renfe. Y así.
El problema es que la Democracia ha seguido, por otros senderos, los mismos pasos. Y a eso no hay derecho. Ya sabemos que los mejores en los estudios no siempre pueden ser los triunfadores en la vida, no, pero tampoco que el pelotón de los torpes de lecciones de éxito a los otros. Eso es lo que está pasando desde hace mucho tiempo, desde que la obediencia al partido de turno, o al líder que manda, decide carreras, vidas y haciendas.
Por eso debemos apuntalar, valorar más el mérito, el esfuerzo; debemos cambiar nuestra mentalidad, la de todos, para que poco a poco se vaya consiguiendo otra forma de ver las cosas y de enfocarlas. No es de justicia que para ayudar a unos sin cualidades, sin mérito, se dificulte el futuro a otros que son mejores y se merecen mejor suerte. Se hace imprescindible valorar a cada cual según sus capacidades, intelectuales y técnicas. Todo el mundo tiene que tener su reconocimiento. En esa línea se empezó a trabajar hace unos años en la Unión Europea para dar su lugar a las "competencias profesionales acreditadas". En Alemania hace ya mucho que se le da el rango que merece a la gente - con criterios rigurosos y contrastados - por su capacidad y por el trabajo demostrado. Aquí falta mucho.
Por supuesto, los cargos políticos, políticos son. Son los ganados en las urnas, y eso tiene su lógica. Otra cosa sería valorar qué méritos tiene, y que capacidad, el candidato de turno. El problema gordo, de todos modos, llega después, con la lista interminable de asesores que coloca el jefe político. Así se suman a las prebenda cientos, miles, por el contacto, la relación y el amiguismo. Muchas veces zotes que lo más que han hecho ha sido pegar carteles en las campañas electorales y salir en socorro del vencedor. El caso llega a que "efepés" manden sobre ingenieros superiores, indocumentados tengan responsabilidades culturales y mastuerzos viajen en coche oficial.
Eso es donde el político debe trabajar: en saber valorar la capacidad de los miembros de sus equipos, el mérito y el trabajo, y no tanto la sumisión. Cuando eso se consiga España habrá dado un gran paso adelante. Por supuesto, nuestros políticos, esos que encabezan las listas en las elecciones, algunas muy próximas, bien nos vendría que fueron los mejores de cada familia. Pero eso queda muy lejos.