OPINIóN
Actualizado 02/08/2015
Asunción Escribano

María Gómez Lara, XXVII Premio Loewe a la Creación Joven, Madrid, Visor, 2015

Como a golpes, con un fraseo que se acelera al ritmo de lo dicho, especialmente cuando se nombra el dolor y la muerte, nos sorprende María Gómez Lara en su Contratono, XXVII Premio Loewe a la Creación Joven. Desconcierta la intensidad de la experiencia, que se vierte en una sintaxis fragmentada, como si un cuchillo cortara al tiempo la vida, el sentimiento y las palabras. "Después del dolor/ estamos aturdidos y apenas recuerdan/ los pies/ cómo moverse", escribe. Y es que el dolor es el hilo conductor de este poemario. Por eso el léxico lo nombra claro, a la vez que se esconde en los recovecos de las imágenes: fisura, heridas, piel que estalla, quebrarse, astillas?, estableciendo los márgenes de lo que permanece dentro: "justamente sentada en la fisura/ paso las horas dibujando círculos alrededor de ti."  

No es posible hablar de los múltiples rostros de la herida de manera más intensa de cómo lo hace esta colombiana que no ha cumplido aún los treinta, pero en cuya escritura va dejando ya los rastros del brillo de una poética madura y acertada: "voy frotando una astilla contra otra/ y es inútil// no habrá fuego/ en mis restos de madera// pude rescatar del naufragio/ un trozo de leña// hueco de tormenta/ atravesado por tanta agua salada// lo quebré/ para inventar dos trizas que se juntan/ dos chispas/ que no estaban/ el revés de un vacío un agujero// aquí sigo todavía estrellando mis astillas// nada que encender/ y te haces humo/ nada que apagar/ y eres ceniza" (Astillas). Una escritura que posee el fuego de los incendios verdaderos.

                                                                           Asunción Escribano

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