OPINIóN
Actualizado 31/07/2015
Marta Ferreira

Siempre he creído que la medida del tiempo es una  cuestión más que relativa. En ocasiones, y dependiendo de los acontecimientos, nos parece que algo sucedió hace mil años y quizá apenas transcurrió tiempo y en otras, parece que acaeció antes de ayer y ha transcurrido mucho más tiempo.

Llevamos semanas viendo engalanados los sábados salmantinos de chicos que se gradúan, que han cumplido el tiempo y los requisitos para graduarse. Ahora, los muchachos, ya no se licencian sino que se gradúan y ya esto, que parece sólo una cuestión terminológica,  me dice que yo  me licencié hace ya cierto tiempo, al menos el suficiente como para incluso haber cambiado el sistema.

No me parece que fuera hace tanto, lo tengo aún reciente en la memoria. Si lo pienso en perspectiva, ¡sólo han transcurrido diez años!, ¿y qué son diez años? Así dicho, pensado sin pensar, visto aisladamente y desde hoy, diez años no son nada, ¿verdad? Sin embargo, estos diez últimos años, tan cortos que ahora me parecen,  no lo han sido tanto con sus días y sus noches, con sus sueños y sus fracasos, con sus expectativas y sus miedos? ¡cuán distinta es la medida del tiempo dependiendo de la perspectiva con que se mire!

Quizá, la mejor manera de observar lo que da de sí el tiempo es la de analizar lo que éste ha hecho en nosotros tras su transcurso o, tal vez, lo que nosotros hemos podido hacer con él para mirarnos ahora en el espejo de nuestros recuerdos para reconocernos o no.

Que cambiamos con el paso del tiempo es algo inevitable. Te cambian las circunstancias, los encuentros, los desencuentros, los logros, las luchas, los sinsabores, las ausencias?te cambia la vida que transcurre, lo que con el paso de los años aprendes.

Y entonces, diez años después, te sientas un día a pensar y a reflexionar sobre lo que proyectabas, sobre aquellos aún casi pueriles sueños que dibujabas mientras pensabas que el tiempo no existía, porque aún eras demasiado joven para ser consciente de ello, y caes en la cuenta de que ahora el tiempo es algo importante, y lo es porque sabes que no es eterno, que las oportunidades pasan si no las aprovechas, que todo no dura para siempre y que la vida sigue, aunque nosotros no nos demos cuenta.

Hoy soy consciente de ello, hoy sé que para algunas cosas diez años pasaron hace dos días y que para otras parecen mil años. Hoy miro con nostalgia aquella época despreocupada y casi inconsciente de una primera juventud que ahora sí, ya me queda muy lejos. Hoy sé que las preferencias cambian, que los proyectos no son algo inquebrantable y casi siempre acertado, hoy sé que el fracaso de un momento puede ser el mayor acierto de tu vida y que la vida no se diseña, se vive.

Quizá la muchacha de hace diez años creía en un mundo mejor que no es ni de lejos como pensaba o en un prototipo de vida que probablemente no la habría hecho más feliz de lo que es. Y es que de aquella casi niña se han borrado ilusiones, tal vez colores,  pero lo que sigue intacto, lo que ni el tiempo ni la vida que ha acontecido durante el mismo han borrado, es su optimismo porque, lo que sí me han enseñado los últimos diez años es que lo más importante, lo más íntimo de uno mismo no sólo no cambia sino que se vuelve más intenso y te hace más fuerte. Y es que diez años bien aprovechados no suponen un equipaje más pesado, diez años te ayudan a saber qué es lo que realmente hay que meter en la maleta.

   Marta FERREIRA

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