OPINIóN
Actualizado 30/07/2015
Abel Sánchez

Ha pasado tan poco tiempo desde la toma de posesión de los nuevos concejales del Ayuntamiento de Salamanca que puede parecer prematuro comenzar a hablar de decepción, pero lo cierto es que ésta empieza a ser la sensación que producen los primeros pasos de los diferentes grupos políticos y, en este caso, también de los sindicatos.

 

   A pesar de que todos dijeron haber entendido el mensaje de los ciudadanos, y que en consecuencia iban a cambiar de un modo radical la política y la forma de hacerla, lo que percibimos los ciudadanos es que todo sigue igual, y que las promesas duran hasta que han conseguido nuestro voto.

 

   Así, el grupo de gobierno del Partido Popular ya vuelve a gobernar a su libre albedrío el Ayuntamiento y toma las decisiones que le interesan como si mantuvieran su mayoría absoluta. Ningunea al resto de los grupos políticos y los dejan fuera de los primeros órganos de participación que se crean (me estoy refiriendo a la mesa local para el empleo), con la connivencia de unas organizaciones sindicales que no han entendido que la reivindicación ciudadana de mayor participación también va con ellos, y cuyos dirigentes sólo están preocupados por salir en la foto y tener una exclusividad representativa de la que carecen en la sociedad y entre los trabajadores que cada vez hacen más patente su rechazo. Imponen su criterio trasnochado de querer solucionar los problemas a base de prohibiciones que saben que no van a cumplirse, como la absurda ordenanza que están a punto de aprobar respecto a las despedidas de solteros y solteras (en lugar de atajar la raíz del problema, que se encuentra en la permisividad en la venta de alcohol barato por parte de los amigos del alcalde).

 

   Frente a ello, el resto de los grupos municipales no solo no ejercen una oposición real, sino que se dedican a pactar dedicaciones exclusivas, coordinadores, asesores y prebendas varias que van a subir el coste que asumiremos los ciudadanos, a pesar de las promesas de todos en campaña electoral. Ciudadanos ha olvidado sus promesas de regeneración y asume sin rechistar todo lo que quiere el equipo de gobierno (incluso dar marcha atrás de mociones firmadas por ellos mismos), y ha demostrado que efectivamente no son más que la muleta naranja del PP, eso sí, muy bien instalados y pagados; El PSOE sigue inmerso en su laberinto, esperando una carambola en las próximas elecciones generales. Ganemos corre el riesgo claro de dejarse tragar por la "institucionalitis" y olvidar que su única razón de ser se encuentra en la movilización permanente y en la participación ciudadana, que va siendo dejada de lado porque los cargos públicos "tienen cosas más importantes que hacer".

   Y mientras tanto los ciudadanos sienten como después de un momento de ilusión colectiva, de habernos convencido de que es posible hacer las cosas de otra manera, todo vuelve rápidamente a su carril cerrado en el que solo se les reserva el papel de espectadores de una comedia que no es la suya. Habrá que dejar pasar el verano y esperar que el nuevo curso traiga de verdad otra política, porque si no es así será difícil sacarnos de la melancolía.

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