OPINIóN
Actualizado 28/07/2015
Montserrat González

Hace un tiempo se clausuraba en el Museo del Prado la exposición titulada: "La belleza encerrada. De Fra Angelico a Fortuny" una curiosa muestra que reunió más de 280 pinturas y esculturas de pequeño formato y que permitió la contemplación de piezas exquisitas, raras veces expuestas, que atesoran, en esencia,  los secretos de la belleza del arte. Algunos de los autores más famosos y deslumbrantes de la pinacoteca como Fra Angelico, Patinir, El Bosco, Mantegna, Durero, Rafael, Velázquez y Goya  compartieron espacio con artistas que pasan más desapercibidos para el visitante apresurado o con aquellos otros  creadores que descasaban en los almacenes del Prado o en depósitos de otras instituciones. Las reducidas dimensiones de las obras, unas características especiales de riqueza técnica, el preciosismo, refinamiento del color y varios detalles escondidos invitaban a la observación cercana y al deleite.

Rememoro esta muestra en compañía de unos amigos de visita estos días en la ciudad.   El paseo por las calles salmantinas nos lleva inexorablemente a hablar de Arte, de belleza, de tonalidades y esplendores. Enamorados de la  luz otoñal que arropa nuestros monumentos al caer de la tarde, me comentaban lo fascinante que deben ser las creaciones de los artistas salmantinos concebidas al amor de esta luz. Ávidos de conocimiento me piden que les muestre obras de nuestros artistas contemporáneos. Pero?. ¿Dónde llevarles? ¿Cómo explicarles que no tenemos un espacio público que permita el acercamiento a sus obras? A diferencia del Museo del Prado que desvela sus bellezas ocultas, los dilatados espacios del DA2 renuncian a revelar la belleza concebida de nuestros artistas. Las creaciones de Andrés Alén, Jerónimo Prieto, Fernando Segovia, Fernando Mayoral, Alfonso Cuñado y un largo etcétera son bellezas encerradas en sus estudios, en esos espacios mentales y físicos pensados para inmortalizar la belleza. Sus producciones descansan,   rodeadas de trebejos y accesorios, a salvo de la mirada del espectador.  Solo la iniciativa privada,  en las escasas galerías de Arte con las que cuenta nuestra ciudad, nos devuelve, de cuando en cuando, el goce de la contemplación.

La exangüe política cultural y artística de nuestros dirigentes locales parece limitarse a la aceptación de cuadros, a lo photoshop, regalados por mini artistas más preocupados por retratarse junto a nuestros mandatarios que por representar los "fragmentos del mundo vistos desde una ventana", que diría Alberti. Mientras tanto, se retira un cuadro del gran Andrés Alén de la entrada al salón de recepciones del Ayuntamiento.  Parece que los que trazan las líneas culturales de nuestra ciudad olvidan que lo que permite progresar y crecer al ser humano, aún en tiempos de crisis, es el apetito del misterio y la belleza del mundo, el deseo de los relatos del Arte y si estos relatos vienen de la mano de nuestros grandes creadores, ¿por qué no mostrarlos? ¿Por qué no dejar que su maestría y conocimiento alivie nuestra necesidad de cosas eternas?

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