OPINIóN
Actualizado 26/07/2015
José Luis Puerto

Hay un viaje que está realizando el ser humano de continuo: el viaje a lo primordial, al origen, a la raíz. Y es un viaje siempre absolutamente necesario, por el hecho de que somos seres de la memoria. Y es ella la que incesantemente nos impulsa a tejer la historia a través de los hilos de lo vivido.

            Tal viaje es plenamente necesario y nos salva también de la barbarie; pues solo atendiendo la raíz, el árbol no se seca, se mantiene bien vivo y echa ramas y hojas y florece. Porque nuestro cosmos humano, pertenezca a la civilización que pertenezca, es un árbol en el que todo está comunicado, en el que todo depende de todo, pese a que tantas veces adoptemos posturas excluyentes y xenófobas.

            El sábado pasado, traspuesta ya la mitad de julio, los profesores de la universidad de Salamanca y el equipo de arqueólogos y colaboradores que excavan el ámbito de La Genestosa (término de la localidad de Casillas de Flores, más a lo hondo de Ciudad Rodrigo, en el suroeste profundo salmantino, realizaron un día de puertas abiertas, para mostrar y explicar su trabajo.

            Allí me dirigí, con mi cochecillo y mi cámara de fotos, y también con mis ojos, oídos y conciencia bien abiertos. El día era luminoso y pleno, como si aquella luz y aquel fulgor estuvieran dispuestos a facilitar la comprensión de aquella raíz arqueológica, levemente desenterrada en algunos de sus estratos o niveles, para entender mejor lo ancestral de aquellos parajes.

            La primera sorpresa, al llegar, fue la gran afluencia de gente, de todas las edades y condiciones: veraneantes, pero también lugareños, niños y ancianos, adolescentes y adultos. Y no pocos, posiblemente, procedían de aquellos mismos pueblos del Rebollar. Y aquí surgió mi intuición primera: los descendientes de aquellos lugareños de tumbas excavadas en roca, de cabañas pastoriles, de silos con sillares reaprovechados, de campesinos que usaron cerámicas toscas, pero también de terra sigillata, de amuletos fálicos y generadores? han llegado hasta aquí, se encuentran aquí para rendir inconsciente tributo a sus antepasados, pues es algo que necesitan para que su existencia tenga algún sentido, tenga algún valor.

            A las doce y media, en pleno mediodía, el director de la excavación, el profesor Iñaki Martín Viso, nos convocó a todos y comenzaron las explicaciones. Fuimos pasando de lugar en lugar. Tomó el relevo en ellas Rubén Rubio Díez, autor del reciente estudio, publicado por el Centro de Estudios Mirobrigenses, en el que somos compañero del profesor Martín Viso, titulado Arqueología, paisaje y territorio post-romano. Las tumbas excavadas en roca en el occidente del campo de Ciudad Rodrigo (Salamanca).

            Y, en plena faena, pudimos ver a los jóvenes miembros del equipo de excavación, aplicados con toda atención a una labor lenta y minuciosa, que seguro que será apasionada para ellos.

            Terminada la sesión de puertas abiertas con tanto éxito, Martín Viso prometió que el verano siguiente, donde estuvieran trabajando, también por aquellos territorios, realizarían una nueva sesión de ese tipo, dada la excelente respuesta de los ciudadanos de aquellos contornos.

            Los lugares perdidos. Los territorios de la raíz. Arqueologías. Esa necesidad, individual y colectiva, del ser humano de realizar el viaje a la semilla, que es siempre un viaje de la memoria, del lado cordial de la memoria. Pues todo lo que no se olvida, todo lo que incorporamos a nuestro acervo común nos da sentido y nos hace continuar a través de este itinerario misterioso en que consiste el existir.

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