OPINIóN
Actualizado 24/07/2015
Luis Marcos del Pozo

Paseaba por la Avenida Liberdade, en Lisboa y a cada paso me daba cuenta lo afortunado que era. Lo mismo pasará, casi seguro, en las grandes ciudades de todo el mundo, pero a mí me sobrecogió la tristeza, la "saudade" que impregna una calle donde conviven las grandes firmas , con alquileres a precio de ...con la no vida, con la negación de la existencia, con la invisibilidad de la persona. A veces , la vida real tiene metáforas tan perfectas que, impresas en un libro, resultarían tan obvias que rayarían lo torpe. Este es el caso de los cientos de caboverdianos, o Africanos de cualquier rincón de ese continente  atrapados entre las fronteras de  uno u otro país , atrapados en tierra de nadie. Unos envidian a los que duermen en las aceras o en los cajeros , ¡ tienen su sitio! Otros son más pobres, si es que se puede; deambulan  de un bordillo a otro, de una sombra a 40 grados a un sol a 55 y aun así sonríen pues en estas fronteras están los invisibles , los inexistentes, los... Siempre me sobrecogió ese espacio enigmático de la tierra de nadie; desde siempre me lo imaginaba como "el no espacio", un punto horrible de inexistencia real y de existencia cargada de sufrimiento invisible para el transeúnte , devastadora y apabullante para el desdichado. Un punto sin memoria, sin familia, sin cobijo..., sin nada. Hoy, ya de muy adulto, sé que es así de terrible, tanto como me lo temía, y que esa tierra de nadie es la mayor metáfora de la marginación, de una indefensión brutal y galáctica. Porque los "parias" que la sufren están tan absolutamente vacíos y despojados  de todo, que por tener, no tienen ni su propia pobreza: para ser pobre hay que compararse con alguien, serlo con respecto a alguien y los sin techo que me encontré a cada paso no son de nadie, ni se pueden comparar con nadie.

 La situación social en esta época de vacas flacas generalizadas es un sinvivir,  nosotros ponemos en la frontera a los centroafricanos, porque no sé como nos lo montamos pero siempre la balanza se inclina para el mismo lado, nosotros que somos un país "rico"; pero los marroquíes  u otros de igual grado no los aceptan tampoco en su país "pobre", pues estos "pieles quemadas" vienen aún de un sur mas profundo, de un mundo paupérrimo, de ese barranco, de ese agujero negro donde mueren cada día una barbaridad de personas. De un lugar que ya no cuenta, de hecho no cuentan ni ellos. Ni cuentan cuando se hacen las estadísticas de náufragos, ni de ocupas de la acera, ni de usuarios de la base de los cajeros, ni de nada de nada.Sólo cuentan si en algún momento se le puede sacar un voto, aunque sea tan vacio como su existencia.

 Por eso estos inmigrantes sean expulsados  o no del inclemente "paraíso europeo". Se han caído al cajon de sastre de la inexistencia , de la negación de su ser y de su espacio.

Ahí están deshidratándose en la acera de una gran ciudad, llamase Lisboa o Madrid, o en su tierra calcinada o rodeados de vallas.Condenados a la invisibilidad pues nadie los miramos, saltamos por encima de sus cuerpos  y como mucho protestamos por ocupar la sombra vertida por el penúltimo árbol que acariciaba su desnutrido ego.

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