Por lo que nos cuentan, la luna de miel ha sido una costumbre ancestral en varias culturas. Las versiones no son lo mismo, con diferencias interculturales, pero todas coinciden en que es le primer periodo que pasan juntos los miembros de una nueva pareja matrimonial. Encerrarse en una casa y pasar una luna juntos, dedicados a lo que bien suponemos, parece que es lo más común a todas las variantes.
Sobre el nombre parece claro que el término "luna" se refiere al tiempo, medido tantas veces en el pasado a través de los periodos lunares. La expresión "de miel" tiene, al menos, dos acepciones. La primera se refiere a un tiempo especialmente dulce, de amor sin límites, La segunda es más pragmática, hace referencia a lo importante que es tomar miel, o alguna bebida con miel, para mantener la energía necesaria, durante esta borrachera de sexo y amor.
Hoy la luna de miel guarda, en parte este mismo sentido, aunque el formato preferido es un viaje más o menos lejos, más o menos largo y durante más o menos tiempo, condicionado por la disponibilidad de tiempo y dinero.
Como todo, en esta sociedad de mercado, la luna de miel si ha mercantilizado, no es un tiempo de ocio gratuito, en la soledad de la pareja; sino la compra de billetes, estancias y viajes costosos, según la clase social a la que se pertenece, salvo excepciones, como es sabido. No sé si tienen algún lugar las noches de luna, como expresión de romanticismo, pero no, desde luego, el mes lunar. La soledad es muchos casos es más bien temida, y se busca llenar el tiempo con infinitos viajes, comidas en lugares especiales, y tantas cosas más.
Ya no hay ocio ni lunas de miel gratuitas, todo lo ofrece el mercado para que sea comprado; eso sí, ofreciendo la felicidad más convencional en que uno haya podido pensar.
Hasta los más humildes echan el resto y se endeudan, si hace falta, para no quedarse sin una digna luna de miel, que pueda contarse, aunque no pueda pagarse.