OPINIóN
Actualizado 23/07/2015
Rosa García

Trigueros del Valle, municipio vallisoletano de unos 300 habitantes, declara a sus perros y gatos como "vecinos no humanos" de la villa.

Sorprendente, sí, pero no por ello ilógico. Basta con argumentar que ellos estaban antes, que fuimos nosotros los que les buscamos para domesticarlos, que les hemos utilizado para cazar, para defendernos, para protegernos de otros humanos y de otros animales, para acompañarnos, para descargar sobre ellos nuestros afectos y, desgraciadamente también, nuestras frustraciones, y todo a cambio de un chusco de pan o de las raspas de nuestras sobras.

Estoy segura de que algunos, al leer estas líneas, están empezando a arrugar la nariz pensando: "los perros, vale, pero ¿y los gatos?" Pues los gatos también, señor mío.

Empezaré por mencionar que los gatos, en contra de lo que se oye por ahí, son cariñosos, fieles, muy divertidos, y se les puede educar. Respecto a su "utilidad", no tengo más que remitirme a la famosa epidemia de peste negra que redujo en un tercio la población de Europa durante la Edad Media. En ese época, y desgraciadamente también en otras, los gatos eran considerados la encarnación del demonio, perseguidos, masacrados y torturados cruelmente por el puro placer de hacer daño. Pero hay una justicia universal que acaba poniendo a cada uno en su sitio, y el sitio que dejaron los gatos fue ocupado por las ratas, las cuales, liberadas de su depredador natural, se multiplicaron alegremente y fueron las transmisoras de la terrible enfermedad.

Así pues, tenemos una gran deuda histórica con gatos y perros, justo es que se empiecen a reconocer sus aportaciones a nuestra calidad de vida.

 

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