OPINIóN
Actualizado 19/07/2015
@santiriesco

El 18 de junio fue jueves. En mi calendario era Santa Marina. Y en mis redes sociales "Laudato si", como el cántico de san Francisco. "Alabado seas" y tal. Pero en Papa modo siglo tuentiguán on. Francisco también.

Le cantaba el loco de Asís ?casi siempre desnudo porque iba regalando sus ropas a los que veía peor que él- al sol, a la luna, a las estrellas y al viento. Al agua, al fuego, a los frutos, flores y hierbas. Y tenía a sus padres ?que, por cierto, eran empresarios de éxito- contentos.

Pues bien, el jueves el Papa Francisco publicó su primera encíclica íntegramente escrita por él (la anterior, la memorable "Evangelii gaudium", con toda la alegría del Evangelio, fue redactada en su mayor parte por el Papa emérito Benedicto XVI una vez tomada la decisión de retirarse). Una encíclica, la primera de Francisco, que por vez primera se dedica a algo tan potente, serio y preocupante como la ecología. El medio ambiente. La casa común. Lo de las florecillas de Asís pero algo menos poético y sin margen a la interpretación. La crisis socioambiental. Del tirón.

Son casi 200 páginas en la traducción castellana, agrupadas en 246 números y acompañada de 172 notas con citas al pie. Y la estructura es clásica. Tres grandes bloques: ver, juzgar y actuar. Habrá quienes se dediquen a subrayarla, a bucear en sus influencias, a convertir este documento vivo en objeto de estudio. A disecarlo para su disección. No les será fácil.

El problema que tiene este Papa es el mismo que tenía Jesús, el de Nazaret. Y es que se les entiende todo. Cuando dicen, cuando hacen y hasta cuando escriben. Aunque de Jesús no nos quedó ningún texto, pero sí su imagen escribiendo en la arena para salvar a la tiparraca que iba a ser apedreada porque la habían pillado en la cama con el vecino. Y su texto surtió efecto. Y movió conciencias y culos y piernas para qué os quiero. Los de las piedras se piraron. Imagino ?esto ya no sale en el Evangelio- que encabronados como monas porque todos tenemos algún muerto en el armario o unos tuits putrefactos que habíamos olvidado. Y Dios todo lo sabe.

Enfadadísimos están los ricos y poderosos con la encíclica de la alabanza porque les apunta directamente a la cara: "La política y la empresa reaccionan con lentitud, lejos de estar a la altura de los desafíos mundiales". Y como a Francisco no le patrocina ningún banco ni hay multinacionales financiando la labor de la Iglesia con los más tirados, con los que molestan, pues al Santo Padre se la trae al pairo y escribe sin cortarse un cacho cosas como que "La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro", o esto otro de que "La política es responsable de su propio descrédito, por la corrupción y por la falta de buenas políticas públicas".

Pero vamos, que lo mejor es dedicarse un rato a leer el original porque no tiene desperdicio. Y porque se entiende todo, todito, todo.

Mi único miedo es que los que son más papistas que el Papa, los papanatas, los paparruchas y los papanáticos quieran disecar un texto que ha entrado a formar parte del Magisterio y que, por primera vez en la Historia de la Iglesia, no va con algún que otro siglo de retraso.

Gracias Francisco por ser nuestro san Francisco, nuestro Pedro, nuestro Jesús, nuestra conciencia y nuestro líder más sensato en esta casa común.

Y una última cosa. A mí la lectura de la encíclica me sugiere que para que muchos tengan un poco, bastará con que unos pocos tengamos menos. Esa es la idea. Aunque los ricos y poderosos se encabronen como monas.

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