OPINIóN
Actualizado 10/07/2015
Isabel Muñoz

Con el inicio de un nuevo curso político, retomo mi columna semanal.  Aunque son muchos los asuntos a tratar, pues no me dirán ustedes que el otoño no se presenta  calentito,  voy a empezar por uno que aunque  así a primera vista puede parecer un asunto menor,  no lo es en realidad. Todo lo contrario, lo que evidencia  la desproporcionada  ocupación del espacio público que los ciudadanos sufrimos,  no es ni más ni menos que  la plasmación del modelo de desarrollo que impera en nuestra sociedad, un modelo   en el que la cosa pública ha pasado a un segundo, tercero o cuarto lugar, si es que alguna vez ha ocupado el primer puesto en esta democracia "bananera", lo de bananera lo digo, entre otras cosas,  por la corrupción imperante y la benevolencia , cuando no impunidad, con que se trata  en nuestro país a los corruptos?


El espacio público ha dejado de ser público, así de claro, nos lo han robado, ya no nos pertenece, ya no es el lugar  constitutivo   de la ciudad donde las personas viven, se identifican  y se relacionan en condiciones de igualdad.  Y lo peor es que ello ha ocurrido  con la connivencia de nuestros servidores públicos, que  en lugar de garantizar que  la accesibilidad de los ciudadanos a los espacios públicos  esté asegurada  y que las condiciones de uso en el mismo sean equitativas y armoniosas, basadas en el respeto, han favorecido los intereses de determinados sectores, es decir han sucumbido a las exigencias del mercado, haciendo caso omiso hasta de sus propias normas de regulación. Hasta una cosa tan simple como andar para trasladarnos de un lugar a otro se ha convertido de un tiempo a esta parte en un asunto difícil y molesto para los ciudadanos, cuando no peligroso. Piensen, si no,  en esas numerosas aceras, más bien estrechas, ocupadas por terrazas y con tránsito de bicicletas,   en las que los viandantes (niños, ancianos, minusválidos, en muchos casos) no vemos obligados a caminar por la carretera sorteando a los coches, que esa es otra?


Del espacio público en la ciudad histórica, la ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad, mejor no hablar porque a una se le cae la cara de vergüenza: terrazas, mercancías, cartelerías, casetas, ferias, festivales, mercados? Aquí  los hechos se manifiestan  con mucha más dureza.   Cada vez estoy más convencida de que el retraso en la implantación del tan cacareado Plan de Gestión es intencionado. ¡A ver cómo iban a hacer compatible nuestros servidores públicos la filosofía de dicho Plan (exigido por el Comité del Patrimonio Mundial) con las barrabasadas que cometen en la culta, limpia y docta Salamanca!


Y como no podía ser de otra manera, nuestros sagaces servidores públicos echan mano de numerosas argucias  para justificar estos desmanes y a todos los que nos pronunciamos en relación a que el espacio público no puede perder su propio carácter y no se puede maltratar como se le está maltratando  porque, entonces,  la degradación de la ciudad y su consiguiente empobrecimiento será una realidad  incuestionable, nos acusan de ser unos insolidarios y de  no querer el progreso de la ciudad. ¡Toma ya!

Termino con palabras de  Jordi Borja, que seguro que son más sabias que las mías: a la lógica del negocio y de la especulación se ha de luchar con la lógica de la ciudadanía, es hora de conquistar nuestros derechos como ciudadanos, ya que el ciudadano no nace, sino que se hace a través de estas conquistas.

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