¿Cómo es posible que los mercaderes, los poderes financieros, los que han vuelto al dinero un dios que dicta las leyes de toda la humanidad traten de expulsar a Grecia del euro, de Europa, de la civilización democrática, poniéndole un dogal en el cuello para que pague una deuda imposible, sacrificando a la población con recortes y más recortes, y con todo tipo de supresión de bienes sociales?
Grecia ha sido históricamente una luz para Europa y un faro de civilización. La democracia se crea en Grecia. La ciudad o "polis" y su buen gobierno genera la política, siempre necesaria para que el buen gobierno sea posible, pese a tantos políticos que se enfangan (corrupciones y defensas de intereses muy alejados del bien común), como estamos viendo en este último tiempo en nuestro país y en otros del arco mediterráneo, como Grecia.
A Grecia no se la puede expulsar de Europa, su civilización a contribuido a crear lo que hoy es Europa; o, mejor, lo que quisiéramos que fuera Europa: una Europa de los ciudadanos y no de los mercaderes, que hoy dictan las directrices de las instituciones europeas, no al servicio del bien común, sino de intereses particulares, de sociedades y poderes sin rostro, que se sirven de las instituciones europeas para llevarse el gato al agua. Y les da absolutamente igual que los ciudadanos ?ese concepto que Grecia crea, como el de política y el de democracia? tengan que arder en la pira de todo tipo de privaciones y negaciones de derechos y de bienes sociales conseguidos por todos (pensiones, sanidad, educación, la energía como bien social y otros).
Porque, en este caso, el "no" griego puede ser el primer "sí" que un pueblo europeo pronuncie a favor de la Europa de los pueblos y no de los intereses de los mercaderes. Puede ser el primer sí a que se eliminen esas políticas de restricciones continuas a la ciudadanía, en favor de las cuentas de beneficios de unos pocos.
¿Cómo se va a poder expulsar a Grecia de Europa, si el corazón de Europa late desde Grecia, late desde Homero, Platón, Aristóteles y los trágicos ?Esquilo, Sófocles y Eurípides?, late desde las grandes obras de arte clásico (el Partenón, como emblema siempre; el teatro de Epidauro, como espacio escénico desde el que se escuche la palabra dramatizando los grandes conflictos humanos), de esas esculturas maravillosas que configuraron el canon de la belleza humana y del humanismo (Fidias y todos los escultores anónimos).
Sí, Europa late a partir de todas esas creaciones inmortales griegas que dieron lugar, posteriormente, en tiempos renacentistas, a los principios humanistas que rigen la mejor Europa, no la de los mercaderes, sino la de los ciudadanos.
El "no" del pueblo griego supondrá, si se produce, el primer "sí" de la Europa de los pueblos, que es la que nos merecemos, porque solo en ella cabe, de verdad, la ciudad, la política, la democracia, Homero, Platón, Aristóteles, los grandes trágicos.
Porque ahora, en Europa, asistimos al tiempo del minotauro, ese monstruo del dinero que engulle de continuo todos los logros de las ciudadanías; asistimos al tiempo de la "hybris", del exceso, de la falta de medida y de equilibrio. Y toda "hybris", en la tragedia griega, ha de desembocar en una "catarsis", esto es, en una purificación, donde se restablezca la lógica del bien común, de la Europa para todos, para los ciudadanos, no para los caprichos minotáuricos de los mercaderes.
Porque, como indica el coro de esa maravillosa tragedia que es "Antígona" de Sófocles: "Muchas cosas hay portentosas, pero ninguna tan portentosa como el hombre". Ahí está la raíz, en los ciudadanos, en esa Europa de los pueblos que hemos de ganar.