OPINIóN
Actualizado 02/07/2015
Enrique de Santiago

Todo sistema en declive presenta póstulas que evidencian su putrefacción, de forma que las tumoraciones padecidas, hasta ese momento en forma oculta, hacen acto de presencia patentizando el estado metastásico. En ese punto, las alternativas son tres: la regeneración, la revolución o la quietud.

La regeneración profunda de la sociedad, de la política y de su economía, fortaleciendo la sociedad civil, pero sobre todo fortaleciendo los controles políticos y las fórmulas de rendición de cuentas interinstitucionales en pos de una democracia más solidad y de mayor calidad.

La revolución, la catarsis rupturista y antisistema que conlleva la generación de una democracia de tan baja calidad que es manipulada por las élites emergentes que determinan una nueva fórmula de despotismo ilustrado de todo para el pueblo sin el pueblo, desde un populismo falsario y manipulador anti demócrata.

La quietud, cobarde, a la espera de la convulsión final que constituya la certificación mortal del sistema y el nacimiento de uno nuevo, como proponía el fascismo más rancio o el comunismo más trasnochado.

Cuando se opta por el sistema regenerador lo importante son los valores, los principios, las formas, modos y maneras que se pretenden aplicar al sistema para hacer que se transforme sin cambiar básicamente el mismo, para lo que es preciso que quien se proponga acometer la tarea tenga claro, y lo transmita con claridad, el camino, el fin y cuál es el resultado que se propone, no valen los falsos transformadores que hablan de cambio sin decir cómo, cuándo, de qué forma y hacia dónde quieren cambiar.

 En el momento presente, la sociedad está mostrando de forma mayoritaria, que no desean la revolución, por más que un nutrido grupo de exaltados así lo intenten aparentar al son de "no nos representan". Lo que se desea es la regeneración que no pueden aportar los partidos que han corrompido el sistema y se buscan, de una u otra forma, la quietud.   El problema surge cuando a quien quieren presentar las élites manipuladoras como líder de la regeneración no sabe, ni quiere saber, no puede, y no quiere explicar, hacia dónde pretende llevar el cambio, presentándose como un simpático jovenzuelo que es de centro, de derecha, de izquierda, de arriba y de abajo, que considera estúpida a la sociedad a la que no trata como adulta.

La única alternativa es romper el ostracismo y, desde la solvencia demostrada en la defensa de los valores, de los principios, las ideas claras, la coherencia, la mirada a los ojos del ciudadano y la expresión sincera, afrontar juntos la apasionante tarea de trasformar, profundamente, la sociedad desde la libertad individual, la democracia, la Ley, la rendición de cuentas y la esperanza.

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