OPINIóN
Actualizado 02/07/2015
Aran Blanche

El rock se ha relacionado en muchas ocasiones con leyendas oscuras, ya sea por la estética de los grupos, por sus temas o por sus inclinaciones personales. Y de entre todos los mitos destaca uno por encima de todos, la adoración al diablo.

Podríamos tomar como ejemplo a la clásica banda Mercyful Fate, con sus letras satánicas y su aspecto lúgubre, aderezada por el corpse paint de King Diamond cuando encabezaba la formación. Este tipo de maquillaje se convirtió en un símbolo que continúa caracterizándole a día de hoy en su carrera en solitario, y que podríamos encontrar a partir de entonces en infinidad de grupos de black metal.

Pero hoy quiero centrarme en una banda que se adueñó del concepto glam en la década de los ochenta, que arrasó allí por donde pasó, con sus melenas cardadas y sus tacones imposibles. En efecto, me estoy refiriendo a Mötley Crüe.

Se podría considerar a Nikki Sixx la pieza clave del conjunto, de hecho, la historia que sigue a continuación le pertenece a él en especial.

Ya se sabe que la inspiración puede provenir de los ámbitos más inesperados, especialmente cuando se trata de la música. Y fue en una de esas búsquedas, cuando Nikki Sixx se encontró cara a cara con las consecuencias de haber indagado donde no debía.

En aquella época, el grupo comenzó a interesarse por los libros de ocultismo y magia negra. También el nombre de Anton LaVey, fundador en 1966 de Ia conocida Iglesia de Satán (cabe mencionar, y podría ampliarse en otro artículo, que la Iglesia de Satán, a pesar de la contradicción, es atea y no cree en poderes sobrenaturales), resonaba en la cabeza de Nikki Sixx. Para él, todo aquello formaba parte de un plan puramente estético, pero algo empezó a ir mal en la casa que compartía con su novia, Lita Ford, componente de la banda The Runaways.

Además de armarios con vida propia y ruidos extraños, los objetos comenzaron a flotar a sus anchas por la vivienda.

Fue entonces cuando Nikki Sixx sufrió un accidente de coche, que supuso de una vez por todas el fin de sus escarceos con la oscuridad.

De hecho, el álbum Shout at the Devil iba a llamarse Shout with the Devil en principio, pero, quizá por precaución tras el cúmulo de los tétricos sucesos, decidió cambiar el nombre.

En resumen, una clara lección para aprender a tomar en serio esto de las artes ocultas, y es que nunca se sabe lo que podemos desatar.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Mötley Crüe y el satanismo