OPINIóN
Actualizado 01/07/2015
Mª del Carmen Prada Alonso

Cuando vamos a una piscina pública lo hacemos concienciados de que los remilgos hay que dejarlos con la ropa.

Si bien es cierto que la protección sanitaria está "garantizada" no lo es menos que, aunque "desinfectados" campan a sus anchas por el agua algunos tipos de restos orgánicos en los que es mejor no pensar. Por ejemplo orines, porque eso de que hay un producto que pone el agua roja si se mea en ella, es una leyenda urbana que además lleva a que los más osados hagan la prueba para comprobar si es verdad.

Por cierto, al contener la orina amoniaco y mezclarse con el cloro, produce más daño que el propio cloro, sobre todo en ojos y piel.

Pese a la normativa que regula el estado de las piscinas, algunos estudios puntuales han concluido en que dos de cada tres superan los niveles de cloro, que solo el 65% de los usuarios se duchan antes de entrar en el agua y que en el 60% de los filtros se han encontrado desperdicios que prefiero no nombrar.

Pero no voy a señalar aquí los riesgos sanitarios, que para eso están los expertos y yo no lo soy.

Voy a referirme unicamente a un "encuentro" desagradable en extremo y que se podría evitar fácilmente y sin complicaciones. Y para ello les cuento un caso:

Una amiga nadaba cual sirena bajo el agua y salía toda relajada ella de las profundidades, cara al sol, cuando al emerger, su rostro se transformó con una inenarrable expresión de horror al notar que "algo" se le había pegado a él y comprobar que era una maraña de pelos.

Y esto no es nada anormal, teniendo en cuenta que en las piscinas de verano no se exige gorro de baño como se hace en las de invierno.

Y yo me pregunto por qué. No lo entiendo. En las de invierno si y en las de verano no, cuando es mucho mayor el número de bañistas, y por lo tanto mayor el cuidado higiénico que se debiera tener.

Por eso digo que la solución es muy sencilla : exigir también el uso de gorro de baño en las piscinas de verano.

Eso sería un paso importante que a nadie le causa ningún problema y sin embargo evitaría sucesos tan desagradables como el narrado anteriormente.

Y si me pongo a idealizar, exigiría que a los adultos también se les haga lo que a los bebés en las piscinas de los peques: el uso del bañador pañal.

Perdón si les he ensombrecido las ganas de disfrutar de la piscina, o si a partir de leer esto se bañan con un cierto recelo. Si así les ocurre, pidan conmigo que se haga efectiva esta obligatoriedad tan lógica y necesaria.

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