OPINIóN
Actualizado 01/07/2015
Elisa Izquierdo

La vida corre sin piernas. Los trenes se equivocan de hora y la gente de estación. Los móviles se rompen o se pierden, nuestra cabeza aún más. Las miradas ya no se encuentran en el metro ni las sonrisas en la barra de un bar. La música pierde interés por sus letras. Los zapatos se desgastan y la ropa pasa de moda. Los sueños no quieren ser realidades y la realidad se viste de pesadilla. El pasado te tira del brazo y el futuro del pelo. Las fotos quieren volver a ser momentos y los recuerdos se sienten solos. Los domingos saben a nostalgia y los lunes a café bien amargo. Los besos se abrazan y los abrazos se besan.

La esperanza desespera. La política se impone y la justicia se descompone. Los compromisos se quitan el anillo. Las luces se funden. Los sentimientos se confunden. Las prisas se retrasan. El dinero es papel pero vale más que un montón de folios. La lluvia no riega pero inunda. El sol no calienta pero abrasa. El hambre también da sed. Los niños juegan a ser mayores y los adultos se cansan de serlo. La belleza va por dentro pero la cirugía hace milagros por si acaso. Las drogas quieren ser medicamentos y los "yonkis" no tienen nada para curarse. Se espera lo que se desea y no se busca lo que se necesita.

Las ambiciones por las nubes pero las metas limitadas. No hay suficiente memoria para olvidar, ni suficiente paciencia para volver a empezar. La gente se mata y el tiempo se suicida. Y todo cae por su propio peso.

El corazón nace pluma y muere plomo.

La vida corre sin piernas porque nosotros caminamos sin mapas.

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