OPINIóN
Actualizado 30/06/2015
Luis Gutiérrez Barrio

Es muy propio de nuestra sociedad el juzgar al prójimo, sin detenernos en muchos análisis, ni en demasiados estudios. No nos gusta perder el tiempo en conocer al prójimo. Con un par de líneas que hemos leído en prensa, con cuatro datos que hemos pillado al vuelo en las redes, y unos comentarios de un par de amigos, ya tenemos una opinión formada. Ya es suficiente, para que emitamos un juicio. Un juicio que si es negativo, será muy difícil, por no decir imposible, que cambiemos. Cuando, una vez pasado el tiempo, esa persona sea juzgada y se la declara inocente, nosotros seguiremos pensando que es un sinvergüenza. Habrá comprado al juez o habrá intereses, no muy limpios, para que le hayan declarado inocente. Ya no sólo juzgamos a la persona en cuestión, ya estamos juzgando la imparcialidad del juicio, a los jueces, a los abogados, a los políticos (que alguno habrá por medio), a la prensa, que informa de lo que quiere y como quiere? en definitiva a la sociedad y a este sistema que está corrupto y no hay quien lo arregle.

 Y todo esto porque no nos paramos a analizar con calma y buena dosis de objetividad, las cosas. Tal vez nos dé miedo conocer la verdad y que esta no se corresponda con la nuestra. Eso de reconocer que estamos equivocados, es bastante duro y en no pocas ocasiones preferimos vivir en el engaño y mantenernos fieles a nuestras creencias, que conocer la verdad y tener que cambiar nuestros juicios.

En realidad en este mundo, nada es igual a nada. Todo tiene sus matices, sus circunstancias, sus motivaciones, que hacen que algo que aparentemente tenga que ser igual, no lo sea. Una misma cosa analizada desde España, no es lo mismo que vista desde Méjico, o desde Portugal, por poner un lugar más cercano. Por lo tanto, es muy difícil (yo diría imposible) juzgar algo, o lo que es más importante, a alguien, porque adopte una actitud u otra. Para poder emitir un juicio habría que conocer a fondo las causas, las circunstancias, la persona, su entorno, sus cualidades, su preparación? y un sin fin de parámetros inalcanzables, por lo que nuestro juicio, estoy seguro, que será injusto. Por lo tanto considero que juzgar a alguien, es un acto demasiado atrevido y siempre injusto.

Ahora bien, en esta vida necesitamos de una serie de convencionalismos para poder valorar algo o a alguien, y aún a riesgo de ser injusto, opinamos y juzgamos al otro. Si bien es esta una condición humana, de la que es muy difícil deshacernos, deberíamos tener en cuenta nuestras propias limitaciones y no ser demasiado severos a la hora de emitir un juicio sobre alguien. Dejar siempre una puerta entre abierta a la duda.

Siempre he opinado que es mejor pensar bien de alguien, a riesgo de equivocarme, que pensar mal, aun teniendo más posibilidades de acertar. Si esa persona no es merecedora de mi buen pensar, será cosa de ella, no mía. El perjuicio siempre será para la personas que actúe con maldad, no para quien tenga un buen concepto de ella.

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