OPINIóN
Actualizado 30/06/2015
Emiliano Tapia

Cada semana, alguien, alguna organización, algún grupo de estudios, nos da un toque de atención, una llamada a la conciencia y a la responsabilidad colectiva poniendo ante todos nosotros y nosotras datos sobre  la realidad que nos envuelve. Datos preocupantes; a veces, muy preocupantes por su terca y dura realidad.

Estos datos nos ponen los pies en el suelo. Nos provocan y nos zarandean. No nos pueden dejar insensibles. Para nada se corresponden con una cierta intencionalidad de invitarnos a creer en un estado de falsa satisfacción, siempre para los menos.

Datos de desahucios que han aumentado; pobreza infantil que se ha disparado; amenazas de consecuencias impredecibles con tratados internacionales que se están firmando o desde el más cuidado secreto,  está previsto firmar a corto plazo. (TTIP, entre Europa y EE.UU.;  o TiSA , entre los gigantes del Transporte).

Los más enriquecidos, el poder político y otros poderes fácticos, a su servicio, quieren asegurarse más de lo mismo para que nada cambie, antes al contrario; todo siga atado y bien atado. A todo esto le están llamando estabilidad y seguridad.

En este pasado fin de semana he asistido entre sorprendido y preocupado a unas jornadas sobre "Puesta al día en materia penal, procesal y penitenciaria"; y escuchando a profesionales de gran altura y experiencia en estos temas referidos a el desarrollo de políticas criminales, o a analizar la reforma del sistema penal y otras cuestiones procesales; no puedo por menos  de afirmar con incredulidad que detrás de estas duras realidades contrastadas  existe un pensamiento bien estructurado para conseguir objetivos perversos, hostiles a una gran parte de la población y profundamente deshumanizadores; QUE EL DERECHO A LA SEGURIDAD ESTE POR ENCIMA DE DAR SEGURIDAD A LOS DERECHOS DE LAS PERSONAS.

Están empeñados en que la preocupación de la mayoría la tengamos cada vez más puesta en hacer frente a la inseguridad que está generando el propio sistema. Este sistema que construye peligrosidades o las crea, pero que niega la seguridad de los derechos más fundamentales  para todos y todas, como la comida, la vivienda, la salud o la educación. ¡Esto sí que es inseguridad!

No es tiempo de pactos como nos aseguran; es tiempo de apostar por una nueva conciencia y no despistarnos; porque si esto sucede se estarán frotando las manos los mismos.

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