OPINIóN
Actualizado 26/06/2015
Luis Frayle Delgado

Antes se creía en la "ley natural", la que el pensador romano Marco Tulio dijo que el ser humano lleva impresa en su naturaleza y, por consiguiente, puede ser conocida por todos con tal de que no seamos unos degenerados, es decir que renunciemos a nuestros genes, que yo aquí entiendo como nuestra condición humana. A esa ley se le daba generalmente un origen divino, es decir se consideraba que había sido impresa por Dios en la naturaleza humana. La ley natural se fue formulando y codificando después en las distintas civilizaciones y esas leyes o derecho positivo tenía que ser referido al bien de la sociedad, es decir con ellas se legislaba para el bien común, porque se basaban en la naturaleza, que es común a todos los hombres. Ya en el siglo XVI  el dominico Francisco de Vitoria, el gran jurista salmantino, en su tratado sobre la ley nos dejó un sabio principio: "que si una ley no se dirige el bien común no es ley y por tanto no hay que obedecerla". Ahora bien, desde que las leyes las hacen los ciudadanos (por medio de sus jefes o sus representantes) de hecho se dan muchas leyes que sólo atienden al bien de unos pocos, promovidas con frecuencia por los que llamamos grupos de presión, en su provecho. De aquí el relativismo de la justicia de hoy, que se basa en el relativismo de la ética, formulada en las leyes. Y así en la actualidad hay muchos jueces, fiscales y abogados en general que viven gracias a ese relativismo imperante. La justicia ya no tiene los ojos tapados, para poner los hecho humanos en la balanza y juzgarlos en sí mismos, tal cual son, sino que los tiene muy abiertos para buscarle las cosquillas a las leyes que infringen los delincuentes. Y no debiera sorprendernos que alguien diga que no obedece una ley por que no es ley, por no tender al bien común. Pero sí nos debe sorprender e inquietar mucho cuando un o una representante del pueblo que pertenece a una  institución en virtud de la ley y que en algunos casos ya tiene en sus manos el bastón de mando, diga que no "obedecerá las leyes que no le gustan". Eso es bastante peligroso porque a mí puede no gustarme una ley y a mi vecino puede no gustarle otra. Y la ley, claro, no es cuestión de gustos.

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