OPINIóN
Actualizado 24/06/2015
Juan Antonio Mateos Pérez

Comentábamos otro día al hablar de la misericordia, las formas de hacerla realidad y presente en nuestra vida, en nuestro mundo. Hemos hablado de la justicia y de la solidaridad, hoy queremos centrar nuestra reflexión en la responsabilidad. Hablar de la responsabilidad, es hablar de esas actitudes interiores que tenemos y vivimos y que nos llevan al compromiso. En la bula sobre la misericordia, Francisco afirmaba, que la misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos. Es sobre esta misma amplitud de onda que se debe orientar el amor misericordioso de los cristianos. Como ama el Padre, así aman los hijos. Como Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros.

Por un lado, quisiera tomar el concepto de la ética de la responsabilidad, introducido por Max Weber en 1917, a partir de las reflexiones sobre Kant y Hegel y formuladas como una dualidad: la ética de la responsabilidad y la ética de las convicciones. No son, ni deben ser contradictorias, sino complementarias, sólo desde la síntesis de ambas, tiene sentido lanzarse a la Polis o a la rueda de la historia, o bien puede cobrar también sentido en el ámbito de la acción personal. Este tema de las dos éticas en tensión, Weber recurre a la literatura para dar más luz, invirtiendo la famosa frase de Mefistófeles en el Fausto de Goethe y convirtiéndola en "la fuerza que siempre quiere el bien y siempre crea el mal".  Weber quería decir que el cristiano obra bien, pero deja el resultado en las manos de Dios.

Cuando uno se manifiesta por el hambre en el mundo, la deuda externa o las injusticias de las fronteras cerradas, podemos acudir a la responsabilidad que nos aporta Weber. El mismo argumento, puede ser utilizado por la policía que disuelve la manifestación, o los gobiernos europeos profundamente insolidarios que defienden su concepto de Estado. Paul Ricoeur nos apuntaba que se puede analizar la responsabilidad desde dos enfoques. Al modo tradicional, la responsabilidad consiste en poder designarse a uno mismo como el autor de los propios actos, o bien al modo más actual, a partir del vínculo muy especial que la responsabilidad tiene con lo frágil y lo vulnerable. Desde esta última posición se sitúa el concepto de responsabilidad  cristiano, surge del compromiso del amor desinteresado, va más allá de la voluntad o la fuerza y se centra en el amor que conmueve y lleva al prójimo.

Por otro lado quisiéramos traer el concepto de ágape, distinguiéndolo del eros, este último, amor que ama por lo que recibe. Los primeros cristianos, entendieron el amor como ágape, ese amor al otro por él mismo y no por mí. Es un amor especial donde la persona sale de sí misma, de su propia búsqueda primaria y quiere acoger y encontrarse con el otro. Es un amor que reclama y exige la realización del otro aunque no saque ningún provecho. El ágape es el Amor que nos introduce en el amor. Es el amor de Dios que nos permite amar con misericordia y hacernos responsables del otro.

La responsabilidad nace de ese amor que descubrimos como misericordia. La acción responsable es una respuesta de nuestra conciencia y de nuestro interior a la realidad que se no impone como injusta y deficiente. La responsabilidad nos ayuda a recuperar una caridad basada en la justicia, no en la limosna. Una caridad que es el amor de Dios en el hombre y que no existe fuera de él para realizar un mundo más justo y más fraterno.

La responsabilidad exige un compromiso, más que de acciones concretas de actuación, es un estilo profundo de vida centrado en el servicio con los más necesitados y a la construcción de otro mundo basado en ese amor que procede de Dios y nos interpela. La misericordia no se ejercita en acciones concretas, se vive en cada instante. El sufrimiento ajeno, la necesidad ajena se interioriza en uno y es la vivencia del sufrimiento o de la necesidad lo que nos lleva a la acción.

E. Levinas, en su obra De otro modo de ser (1987), nos hablaba de la responsabilidad para el Otro, que llega antes de que el Otro puede exigir nada, una responsabilidad ilimitada, que es una medida a priori, previa a cualquier compromiso.

Se necesita salir de uno mismo y encontrar a Dios, allí donde él quiere ser encontrado. El compromiso que surge de la responsabilidad requiere una experiencia de Dios y una experiencia del prójimo que está necesitado o sufre injusticias. Abandonando nuestro propio centro, el compromiso y la responsabilidad no son objeto de la voluntad es respuesta misericordiosa desde el hondón de uno mismo al Dios de la misericordia.

Mis ojos en el espejo
son ojos ciegos que miran
los ojos con que los veo.

Antonio Machado, Cancionero apócrifo. Abel Martín.

NOTA DEL AUTOR A LOS COMENTARIOS DE ESTA RESEÑA:

Gracias por tu opinión Sonia, no he tratado de analizar la responsabilidad, aunque alguna cosa he comentado. Lo que he pretendido es relacionarla con la misericordia, es más, es una forma de misericordia. Para una persona creyente el máximo valor es Dios y su palabra, encarnada en Jesús. Pero la responsabilidad apunta al centro de la misericordia, del mismo Dios. Es una de las obras de la misericordia, desde una visión más moderna, junto con la justicia, la solidaridad y la resilencia.  Es un conjunto de artículos que analizan la misericordia, adaptadas a nuestra realidad en un blog de pensamiento religioso.

Desde el punto de vista ético, en la modernidad,  de ahí mis citas,  se ha ampliado su significado, no sólo quiere estar en la conciencia individual, adquiere un enfoque antropológico AMPLIADO, más acorde con el mundo actual. Se quiere hablar más de corresponsabilidad, la cual se realiza mediante un vínculo con los demás, con lo cual podemos llegar a superar ciertas tesis que presentan la libertad únicamente desde el estatuto de la individualidad. Es el reconocimiento el que nos descubre que entre los seres humanos existe "una ligatio, que genera una ob-ligatio, una ligadura, que genera ob-ligación". Hay que plantear si la responsabilidad afecta a todos los actos de la persona o sólo a algunos de sus actos. De esta forma entroncamos con la cuestión de los grados de responsabilidad respecto a la intención, esto es, si somos responsables sólo cuando tenemos una intención determinada o si, por el contrario, existen actos de responsabilidad aunque no haya entrado en juego la intención. Ser libre implica asumir el «imperativo ético» de hacerse cargo de la realidad, cargar con la realidad y encargarse de la realidad. ¡Qué me enrollo! Disculpa. Juan Antonio

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