OPINIóN
Actualizado 24/06/2015
Mª del Carmen Prada Alonso

Rechazamos socialmente el uso de algunas palabras porque han sido condenadas, por decirlo de alguna manera, como malsonantes o escatológicas, sobre todo escatológicas, en uno de los significados que esta palabra tiene que hace referencia a los excrementos y suciedades.

La palabra cagar, por ejemplo, es sustituida por ir al servicio o al baño, hacer de vientre, de cuerpo, en fin, cualquier giro antes que pronunciar la palabra prohibida, que es realmente la apropiada para definir la expulsión de excrementos y a la que relegamos por resultarnos burda y que produce asco.

Podría poner muchos ejemplos de palabras con las que hemos hecho lo mismo y que no dejan de ser en su mayoría nombres de funciones naturales que realiza nuestro cuerpo por muy mal que huelan.

Sin embargo en los temas habituales de conversación y en las noticias de los medios de comunicación, repetimos a diario otras palabras sin que nos produzcan ningún pudor y que las hemos aceptado como cotidianas, a pesar de ser mucho más repugnantes y fétidas. Por ejemplo. corrupción, decapitación, asesinato, maltrato, violación, pederastia, evasión de capitales. A mí estas palabras si que me dan asco y me huelen mal.

Así que hermanita no me riñas cuando te digo que los niños ya han aprendido a cagar en el váter. Ríñeme si te digo que voy a hacer algo en lo que se incluyan las palabras que ahora están en boca de todos y que debieran estar incluidas en el grupo de la más intensa de las escatologías y riñe también a los que te ponen en televisión a la hora de comer primeros planos con regueros de sangre, fanáticos cuchillo en mano con un infeliz arrodillado al que le van a cortar la cabeza, etc. etc.

A lo mejor es que yo soy más sensible al horror que a la mierda, no sé.

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