OPINIóN
Actualizado 24/06/2015
Fernando Segovia

De lo que sea. Pero hay que ver lo que le gusta a la gente disfrazarse. Y no sólo a los mediterráneos (un conocido me decía que a un levantino le pones un disfraz y un poco de pólvora para hacer ruido y tan feliz). Fui el otro día con alguien cercano a una tienda deportiva a comprar unas prendas para hacer el básico deporte de caminar.

Y claro, me fijaba en la cantidad de gentes que hacen el sano oficio de caminar por las calles con atuendo específico para ello. Pero montones. Y por supuesto que ya he aprendido a identificar el disfraz pertinente para ello. Ese que lo ves y dices: caminante. Y me preguntaba qué lejos quedaban los tiempos en que uno se iba a caminar por algún camino o carretera sin más disfraz que las ganas de ir y el espíritu de hacerlo relajadamente. Como disfrutando.

Acabo de regresar ahora mismo de lo que han dado en llamar la fiesta de la democracia. De votar y ver votar. He estado integrando (por normativa, por decreto) una mesa electoral para elección de representantes sindicales. Y qué quieren que les diga, pues sufrida jornada para este servidor que les habla. Nueve horas seguidas de aburrimiento. Nueve. Para contabilizar al final 14 votos. Edificante (velocidad de vértigo, como se puede deducir, casi un votante por hora de un censo de setenta). Muchas horas (demasiadas), bastante dedicación de las personas que integrábamos el elenco de revisión electoral (casi más que votantes) y la sensación de haber perdido un día de mi vida. Un día irrecuperable. Y era mi segunda vez ya (otra estuve ejerciendo en elecciones generales). Y eso tan descorazonador de percibir que eso que llaman esencia democrática se reduce a meter un voto en una urna (con entusiasmo o con resignación) y que unos señores (estos, con resignación infinita, que me consta) los cuenten con lupa y varias veces y hasta luego Lucas. Legitimar unos nombres y unas siglas, basándose en el arriesgado razonamiento que sumando papeletas también se suman ideales, principios individuales (y colectivos), ilusiones y todas esas cosas que tanto escapan a la cuantificación. Y no sé bien por qué hoy y ahora me ha venido a la cabeza eso del asunto del disfraz que antes mencionaba y acabar escribiendo esto.

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