OPINIóN
Actualizado 20/06/2015
Eusebio Gómez

Un cervatillo pequeño y malicioso reprochaba cierto día a un viejo ciervo:

"Eres más grande y más fuerte que los perros, y tienes una cornamenta terrible con que defenderte. ¿Por qué, entonces, te asustas cuando un lebrel te acosa?".

El viejo ciervo contestó:

"Tienes razón, y eso mismo me lo he preguntado muchas veces. Pero no puedo remediarlo: en cuanto oigo un ladrido, emprendo la fuga".

Y es que el miedo no atiende a razones. (Esopo)

"El miedo no atiende a razones".

Nada hay más destructivo que el miedo; el miedo paraliza, incapacita para percibir la fuerza que hay en cada uno, no deja ni vivir ni actuar con libertad. El ser humano para sentirse más seguro ha inventado un montón de inseguridades. José María Cabodevilla  nos cuenta como es la conducta humana para liberarse de los enemigos. Así, las gentes, para liberarse de los ladrones han cerrado sus puertas; después pusieron telas metálicas en las ventanas para liberarse de los insectos; pero nunca pudieron liberarse de una especie de animal mucho más dañino: los monstruos que dentro de su cabeza crea el propio miedo.

Los psicólogos nos hablan de algunos miedos que experimenta la persona en el hoy, como miedo al fracaso, a las responsabilidades, miedo a las críticas, a la soledad, a la enfermedad, a la muerte, a la intimidad, a no llevarse bien con los demás, al ridículo, a lastimar a otro, al cambio, a crecer, a la libertad.

Según afirma Watson, casi todos nuestros miedos son aprendidos, no son innatos o heredados. Igual que aprendemos a lo largo de nuestra vida a tener un temor desproporcionado o descontrolado, también podemos dejar estas respuestas inmaduras y reaprender otras más maduras y apropiadas.

Contra el miedo, contra la obsesión por la seguridad, no hay otro camino que el amor a la vida y la aceptación de los riesgos que conlleva vivir.

Para lograr la confianza en nosotros mismos nos puede ayudar: El alejar de nuestra mente el pensamiento negativo de que vamos a fracasar y el tener una gran fe en Dios. Da mucha paz y seguridad el abandonarse en las manos de Dios. "Si Dios está con nosotros, quién puede estar en contra "(Fl 4,13). Con Él todo es posible, ya que "todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Fl 4,13).

Zaqueo tenía miedo al cambio, pero deseaba encontrarse con Jesús. Sin embargo no le ayudaba su estatura, pues era bajito y la muchedumbre le impedía el poder verlo pasar. Así un día decidió subirse a un árbol para ver a Jesús, pero al mismo tiempo temía ser descubierto por los demás y por eso se escondía entre las ramas. Jesús quiere sacarle de ese escondite y le dice: "Zaqueo, baja pronto porque hoy tengo que quedarme en tu casa" (Lc 19,5). Y Zaqueo pierde el miedo a dejar el fabuloso negocio que tiene y baja para llenar su casa de paz, amor, alegría y libertad. Y la salvación llegó aquel día para Zaqueo.

Los discípulos también tenían miedo cuando se desató aquella tormenta en el mar. Se dirigieron a Jesús y le dijeron - Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Y Jesús, después de calmar el viento les echó en cara que por qué eran tan cobardes y no tenían fe.

Hoy también nos encontramos en medio de una «fuerte tempestad» y el miedo comienza a apoderarse de nosotros. No nos atrevemos a pasar a la «otra orilla». El futuro nos da miedo. Jesús se hace presente en medio de nuestras dificultades y solo nos pide fe. Una fe que nos libere de tantos miedo y cobardías, y nos ayude, a pesar de todos los pesares, a seguir caminando.  

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