OPINIóN
Actualizado 18/06/2015
Alberto López Herrero

El periodismo vuelve a tener futuro. Empiezo así y no es un chiste de mal gusto. Siempre he creído en el periodismo, pero es que esta legislatura municipal y autonómica va a necesitar muchos periodistas porque no nos vamos a aburrir... Si la campaña resultó por momentos patética, y las negociaciones y pactos poselectorales surrealistas, las primeras horas de las nuevas corporaciones no han defraudado a nadie, salvo a la democracia: un alcalde detenido, un concejal que dimite a medias, una alcaldesa a la que se le escapan los dedos meñiques de los pies, otro alcalde que tiene que poner un anuncio en el periódico para rellenar puestos municipales, otra mandataria que va a detener un desahucio...

Tenemos el país de chirigota que nos merecemos, pero en el fondo eso carece de gracia. La polémica de los tuits del concejal de Cultura más efímero de la historia tiene dos caras: la del impresentable que los escribe en algún momento de su vida aunque sólo fuera por hacerse el simpático, y la de los no menos impresentables que se rasgan ahora las vestiduras criticándolo cuando han hecho cosas parecidas o incluso peores, como por ejemplo robar.

En los útimos tiempos sabíamos que el amor mal entendido puede matar, pero también ha quedado claro que el humor puede hacerlo y que no todo vale para protestar, ni para criticar, ni para denunciar. No es culpa del humor, sino del tipo de humor y de ponerse en el lugar en los destinatarios y afectados por esas gracietas.

Antes estábamos más protegidos con este tipo de bromas sin gracia -porque todos las hemos hecho y nos hemos reído con ellas-, pero quedaban en el grupo de amigos y sin pruebas incrimitarorias. Ahora, aunque la concienciación y sensibilidad social han mejorado mucho, todos tenemos un pasado y si alguien nos quiere buscar las vueltas, nos las encuentra seguro.

En el fondo, lo de los tuits da igual que todo forme parte de una campaña para desacreditar a los autores y a la vez adversarios políticos. Estas gracietas, aunque sean de hace varios años, denotan un comportamiento y una forma de pensar que no merecen los ciudadanos, así que, por el bien de las democracias, los comportamientos íntegros y las dimisiones completas se demuestran, como el movimiento, andando, y si bien es cierto que el mejor escribano echa un borrón... los hay que embadurnan todo lo que pillan.

Por otro lado, los cambios en democracia son saludables y necesarios aunque en muchos casos se hayan conseguido por atajos extraños, y si además esos proyectos nacen viciados por los prejuicios y radicalismos de quienes tienen que protagonizarlos, apañados estamos.

Dejemos que los periodistas desempeñen su papel, puedan seguir investigando los abusos y la corrupción y vigilando el programa electoral de quienes gobiernan; el resultado puede que no sea gracioso, pero lo dicho, tampoco nos vamos a aburrir...

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