Mi perra debía tener unos seis meses, cuando estando yo triste y pachucha, tumbada en el sofá, vi perpleja que se me subía encima, jamás lo había hecho y afortunadamente (ya que llegó a pesar cuarenta kilos) decidió que en lo sucesivo, en situaciones similares, bastaría con tumbarse a mis pies. Este recuerdo me lo ha sugerido un video que me han mandado y que recomiendo , protagonizado por un niño con síndrome de Down y un labrador. Todos los que tienen o han tenido perro podrían aportar anécdotas parecidas en la que se pone de manifiesto la empatía , virtud que se considera propia del ser humano, consistente en la capacidad de ponerse en lugar del otro, y que en el caso del can es tremendamente eficaz en sus resultados.
Por ejemplo, un niño que llora desconsoladamente por que ha perdido unos cromos, es animado por su padre entre condescendiente y divertido. Pero al perro no le importa la causa ni la gravedad. Su pequeño amigo está triste y eso le basta. Entonces se tumba a su lado y, como mucho le empuja levemente, haciéndole saber que está a su lado, sin agobiarle, esperando que sea él el que ponga fin a ese episodio y salir a jugar.