El Tío Gil es de Brincones,
que de aquí no está muy lejos,
va de fiesta a Peralejos
y de caza a Los Chozones.
Cuando se queda sin blanca
no le cuesta ni un respingo
llegarse a jugar al Bingo
en Serrana a Salamanca.
Aunque le tiene manía
al trabajo duro y quieto
le meten en un aprieto
cuando el azar le porfía.
Duros hielos los eneros,
pero él aguanta y calla;
la Mili en Federico Anaya
con la corneta y sin pelos.
Y cuando llega al mantel,
a comer a la ciudad
le da pena cantidad:
¡que le han quitado el cuartel!
Allí las pasó moradas,
congelado en la garita,
asfixiado, sin guita
y blanco de novatadas.
Hoy la calle es otra historia.
Ya no es zona militar,
ahora es copla de cantar
como del burro la noria.
Lo que antes fue cantina,
con los pagos al contado
hoy la tarjeta le ha dado
al crédito sin medida.
Piensa el Tío Gil en la miés
que cuando fue militar
no se podía imaginar
que existiera El Corte Inglés.