OPINIóN
Actualizado 16/06/2015
Joaquín Araújo

Tiempo cundidor. Promesas cumplidas. Cosechas evidentes. La sequía resulta, por tanto, un rasgo muy superficial y hasta engañoso del verano, porque los ríos de la vida móvil andan más caudalosos que en ningún otro momento del año

Tiempo cundidor. Promesas cumplidas. Cosechas evidentes. La sequía resulta, por tanto, un rasgo muy superficial y hasta engañoso del verano, porque los ríos de la vida móvil andan más caudalosos que en ningún otro momento del año. Las carnadas y nidadas, las descendencias de los anfibios y reptiles cunden y se expanden como si el calor fuera su tierra prometida. El verano es de las infancias, incluida la nuestra, que siempre tiene sus mejores instantes ligados a los meses cálidos y felizmente improductivos.

Pero sobre todo el verano es de los sin peso, o casi. Los invertebrados se despliegan hasta lo cósmico. No dejan rincón sin su propia presencia. Por tanto, no hay que ir a las profundidades del bosque, ni a los acantilados remotos o las cimas imposibles para descubrir los síntomas de esta elevada actividad de lo viviente. Basta el más pequeño jardín, la paseata vespertina por las afueras del cemento para llenar de diminutos encuentros nuestra mirada.

Niñas, cleopatras, colias, sátiros, nacaradas, auroras, blancas, manchadas, chupaleches, lobas, son sólo el prólogo de un cosmos de alas de seda silenciosas. Muchas están poniendo sus huevos en plantas muy concretas que alimentarán a la oruga inicial, pero no dejan de visitar flores para alimentarse con su néctar. Ahora ya disponen de la hierba de San Juan, así llamada por abrirse precisamente entre el 24 de junio, día del santo, y el 29, día de San Pedro, que cuenta también con una planta que abre sus pétalos en este momento de calendario. Coinciden con el máximo esplendor del orégano. Está poniendo sus huevos el galápago común en alguna orilla progresivamente más seca. Las jinetas nacen en algún tronco horadado o caído

Recordemos que en una sola hectárea de bosque pueden vivir hasta medio millón de arañas. O que sus presas capturadas a lo largo de los meses cálidos superan en peso al de todos los españoles juntos. Varias especies de chinches hediondas, como Graphosoma, copulan. Aparecen masivamente los escarabajos sanjuaneros. Las cijindelas se hacen también conspicuas.

Florecen madreselvas, azaleas, prímulas, agracejos y las cañahejas, las plantas anuales más llamativas del ámbito mediterráneo. El herbazal alcanza su máximo y multiplica las posibilidades de los fitófagos y de sus predadores.

Asomarse a los cálices de las flores de junio es como convertirse en un indiscreto voyeur de los amores de los insectos. Recordemos que sobre las complejas flores de la zanahoria silvestre, por ejemplo, llegan a verse al mismo tiempo hasta dos docenas de insectos copulando.

Pero no será allí sólo: en estos días también abren los pétalos varias especies de orquídeas, el pipirigallo, el famoso cardo corredor donde también se juntan decenas de insectos, la centaurea mayor, el llantén mayor, los digitales o dedaleras que todos sabemos reconocer, los jaguarzos, las brecinas, el espino de fuego, las primeras zarzas y, para desgracia de tantos y tantos alérgicos, las acacias de las ciudades...

Pero ya que mencionamos un árbol, hay que recordar que son pocos los que aguardan a este mes para producir polen. Entre ellos figuran los pinos de alta montaña, como el silvestre y el negro. Y por aquí, más cerca de los de a pie, el castaño.

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