OPINIóN
Actualizado 11/06/2015
Toño Blázquez

(A mis amigos de Villavieja de Yeltes)

 

En el alma del rito y la espesura del polvo

encuentra mi aflicción su caldo de cultivo;

en el cincel que descubre la majeza, tibia

al nacer, brutal después y despertada al gozo.

 

Terco soy, obrero del arte y del objeto asido,

punzón mágico de espíritus que nacen solos

y, al parecer uncidos, al invisible lazo de la idea.

Cantero labrador de ondas siniestras y ángeles de clero.

 

Edifico en la lumbre de mi sonora mente, altas esferas

y vientos de estandartes que al final se queman

y saltan de mi pecho al infinito del tiempo y la mudanza.

Quizá un Cristo, una escalera o cobijadora casa?

 

Pura cantera de Dios, bufanda herida en el misterioso

cíclope del tiempo a Villavieja encadenado,

astado de bravura enredado a la cábala del artesano.

Pueblo a la piedra domeñado,

piedra de musgo y de cercado. Añejo estandarte renacido.

 

Es la férrea silueta de tus siglos, piedra,

la que hace fértil y sangre mi memoria,

la que  acude a mi pulso muerto

y a mi golpe de cantero viejo, ya sin eco.

 

Es el olor a sudor joven que aún vive en mis venas.

El escafilador, la tojadera, la maza y la gubia,

es la bujarda y el puntero. El pinchote y la escoda.

Es la rabia de no ofrecer orgullo a la herramienta

porque fue la piedra quien ahogó siempre mis penas.

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