OPINIóN
Actualizado 11/06/2015
Abel Sánchez

La noticia de la muerte de Pedro Zerolo ha llenado de tristeza los corazones de muchas personas que han sabido valorar su ejemplo vital, su lucha por los derechos civiles, su dedicación al reconocimiento de la igualdad de derechos para las personas homosexuales y su permanente compromiso con la construcción de un mundo mejor.

   Han sido tantas las valoraciones y condolencias que poco más puedo aportar, tan solo manifestar mi respeto y admiración por Pedro Zerolo y por todas las personas que como él son capaces de anteponer sus convicciones a sus intereses.

   Pero más allá de la unánime valoración de su vida y de su figura, la muerte de Pedro Zerolo puede servir como elemento de reflexión. En primer lugar la constatación, que se produce siempre ante la muerte de una persona conocida públicamente, del alto grado de hipocresía de las muestras de pesar y de las valoraciones que se realizan. Muchos de los que ahora se deshacen en declaraciones laudatorias son los que durante mucho tiempo han humillado (y en muchas ocasiones siguen haciéndolo) y niegan derechos a quienes manifiestan una orientación sexual distinta a la que consideran "natural", son los que intentan imponer unas concepciones morales y prohibir todo lo que se salga de esas concepciones.

   La sociedad española ha avanzado mucho, es cierto, somos ahora una sociedad mucho más plural y tolerante que hace unas décadas. Pero no debemos olvidar que derechos y libertades que ahora consideramos normales eran inconcebibles no hace tanto tiempo, y que cada avance democrático ha tenido que abrirse paso frente a un muro de intolerancia. Desde la regulación legal del divorcio, el reconocimiento de la libertad sexual de todas las personas, la liberación del yugo al que estaban sometidas las mujeres (aún no conseguida totalmente), la consideración del aborto como un derecho, la libertad de las conductas que no impliquen violencia, son hitos que van marcando el camino hacia la sociedad libre y solidaria que debemos construir. Y tenemos que tener muy presente que estos derechos no han sido dados por nadie, sino que son el fruto de la lucha generosa de muchas personas, y que debemos seguir luchando para que se consoliden; porque muchos de ellos están en claro peligro, corremos un grave riesgo de recesión, de pérdida de derecho, a manos de un gobierno que pretende legislar contra los derechos de las mujeres, que vuelve a impregnar la educación de un insoportable intento de aleccionamiento religioso y moral, que pretende perseguir a quienes hacen uso de su derecho a manifestar libremente sus opiniones, imponiendo una ley mordaza absolutamente inadmisible, que impide a sus jueces investigar crímenes contra la humanidad, que utiliza de forma partidista los medios de comunicación públicos.

   Debemos ser conscientes del claro peligro de retroceso de nuestros derechos y libertades y luchar no solo por conservarlos sino por avanzar. Debemos aprender de quienes han luchado para conseguir estos derechos y libertades y no cruzarnos de brazos, porque el poder siempre tiende a su perpetuación y para ello quiere sociedades sumisas.

   Nadie nos va a regalar nada si no luchamos por ello. Los derechos no se otorgan, se conquistan.

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