OPINIóN
Actualizado 08/06/2015
Jotamar

Y me perdí, mal está en mí confesarlo; me fui digo, por las calles de ese barrio que me tiene enhechizado para sentir el pulso de sus gentes; barrio vivo, van y vienen por sus rincones los sueños de algunas de mis tardes. Otra Salamanca me envuelve y me arrebata: Plaza del Oeste, Juan de Juni, Los Churriguera, Gutenberg, Nieto Bonal, Valle Inclán, Padre Báñez? Todos estos caminos al abrigo de Zoes, la Asociación de Vecinos que ha sido capaz con su trabajo de involucrar a media ciudad en sus actividades, como marcando una impronta, un recorrido que llama la atención y admiran visitantes de todas partes.

Allí se hace arte la pintura, se hermosea la trapa sucia del garaje, la pared abandonada a la mano gamberra y desatada. Y el grafiti engalana espacios mancillados para hacerse un canto de artesanos, dejando que la vista se extasíe con el trazo bello de manos jóvenes y de verdades muy claras. Es el embrujo de pequeñas cosas, aquí todos trabajan, el rastrillo, el baile, el bullicio, niños y grandes en albricias.

Y después de un canto poético, de una lluvia de flores, de rostros amigos en las ventanas, de multicolores petunias en los alcorques, de ganchillo escalando troncos; la escalera por la que nadie trepa, la bicicleta contra la pared, el cuadro sobre el armario eléctrico, el murmullo suave de la fuente de la plaza, la gente en las terrazas?Después de todo eso, me vuelvo a casa con nuevos sentimientos o con la certeza de encontrar más cosas otro día. Barrio del Oeste ajetreo y paz, vivencias nuevas, decoración en cada esquina, caminar en descubrimientos. Y sentarte en una mesa con una caña huyendo del calor de algunas tardes, tal vez hasta el ocaso, tomando nota y esperando a la mañana siguiente otra sorpresa, otra iniciativa que admirar. Tan grande es la inquietud, tan loca la actividad.

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