OPINIóN
Actualizado 07/06/2015
@santiriesco

Jurar en arameo. Eso es lo que me pide el cuerpo. Pero como no hablo la lengua de Jesús? pues me aguanto. Los seguidores de la ley mosaica ?o sea, los mosaicos- me han vuelto a tocar los pies.

Por cierto, el mosaico Jesús de Nazaret es el que me ha llevado en dos ocasiones a visitar ese agujero del planeta. El judío más importante y universal -el hijo de Dios- hizo que mi jefe me enviara a grabar los lugares en los que nació, vivió, fue ejecutado y resucitó para siempre. Y ahí me di cuenta de que, en efecto, Dios eligió para encarnarse lo peor de lo peor: el pueblo más odiado y el lugar más inhóspito.

La primera vez que estuve pasando de Israel a Palestina y de Palestina a Israel para visitar los Santos Lugares me di cuenta de algunas cosas. Y del muro. La primera, que los cristianos estaban jodidos en los dos países: en Israel y en Palestina. Y que en cuanto tenían una mínima ocasión, se iban. Huían. No soportaban la presión de judíos, de musulmanes, de gobiernos israelíes y de autoridades palestinas. A uno y otro lado del muro. Recibían por todos lados y únicamente contaban con el apoyo de la Custodia Franciscana y el pequeño Patriarcado Latino. Y esto me espoleó tanto que hice lo posible por volver para contarlo. A pesar del muro. Y del maltrato en el aeropuerto de Tel-Aviv. Y de la cantidad de personas armadas que pululan alegremente por las calles de las ciudades israelíes. Y de las dificultades para grabar en un país musulmán. Y de los controles que hay que pasar. Y de los rodeos que hay que dar. Porque es difícil encontrar un lugar en el mundo en el que haya que recorrer tantos kilómetros para ir a un sitio que está a tiro de piedra. Por el muro.

Porque, para los que no lo conozcan, juntando Israel y Palestina, o sea, toda la Tierra Santa, la extensión es poco más que la de la provincia de Badajoz. Sí, Increíble, lo sé, pero ahí están los números. Y además la mayor parte del lugar está por debajo del nivel del mar. O sea, que si viene un tsunami, o una gran ola, quedaría todo inundado. Y conste que no estoy dando ideas para solucionar el eterno conflicto. Es que Palestina e Israel son el agujero del mundo. Un gran hoyo donde se encuentra la ciudad más baja de la Tierra ?Jericó- y el único mar sin vida del planeta, el Mar Muerto. Que, además, está en un socavón cuya superficie marca 422 metros bajo el nivel del mar. Pero es que además tiene una profundidad media de 200 metros. ¿Se puede pedir a Dios que elija un agujero más infame? No lo hay.

En cuanto al pueblo judío no voy a hacer un recorrido histórico por las discriminaciones, persecuciones, expulsiones y holocaustos al que ha sido sometido por  el odio que han suscitado, a lo largo del tiempo, en diferentes pueblos, países y gobiernos. Por los siglos de los siglos, ya digo.

Todo este rollo macabeo me traigo a la columna porque no sé jurar en arameo. Y el cuerpo me pedía hacerlo tras recibir la enésima queja del lobby semita acusándome de ser antiisraelí y, por supuesto, antiellos, antimosaico. Pues bien, que sepan los interfectos seguidores de la ley de Moisés, -o sea, los mosaicos- que me la traen al pairo sus cartas abiertas, sus correos electrónicos, sus acusaciones huecas y todas sus recomendaciones para que disfrute de las discotecas, pubs, restaurantes y hoteles del Israel moderno. Y que si la segunda vez me acojonaron en el aeropuerto de Ben Gurion y casi me hacen perder el avión, espero que la tercera ?Jesús de Nazaret, rey de los judíos, ten piedad de mí- no me detengan por haber contado la verdad, por haber dejado a los cristianos hablar, por hacer uso de su cacareada libertad. Supervisada ?faltaría más- por el omnipresente Mosad. A quien aprovecho para saludar.

Sois un coñazo, y sabéis que lo sé.

 

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