OPINIóN
Actualizado 06/06/2015
Manuel Lamas

Hace unos años el periodista Joan Barril, fallecido en Diciembre de 2014, señalaba en una de sus columnas:   "Las ideas anidan en las raíces, siendo nuestras opiniones flores de temporada". Si consentimos en tal afirmación, hemos de aceptar que, de la variedad de fragancias, obtiene su discurso la propia Sociedad.

Por tanto, el lenguaje con el que vestimos las ideas, determina el grado de coherencia en el discurso. Hay que reflexionar profundamente para obtener criterios acertados.

Así, el lenguaje de la sociedad constituye un extenso paraje, repleto de matices; es decir, de criterios diferentes, pero expuestos al unísono. Tal circunstancia, nos impide percibir sus esencias. Este lenguaje gregario que utiliza la gente, devalúa las ideas en el mismo escenario donde se formula el discurso.

¿Cómo debe articularse, entonces, el lenguaje de la sociedad? ¿De qué forma se han de utilizar las palabras para que sean audibles entre tanto ruido y desconcierto?

Será necesario abandonar la algarabía colectiva y buscar en el sosegado ámbito de la reflexión, concordancia de criterios. Solo de esta forma podemos apreciar la riqueza de las ideas, y extraer de ellas su diversidad. Es posible que descubramos algún eslabón escondido, con su estructura bien determinada, formando parte de la gran cadena social.

En ocasiones, la excentricidad de algunas personas, constituye la planta por excelencia de ese jardín. Pues, no pocas veces nos distanciamos del concierto humano, para buscar en solitario un aroma diferente; una ocurrencia acertada para salir de la atonía en que discurre buena parte de nuestra vida.

Llamamos artistas a quienes traspasan las barreras que la sociedad levanta para defender su uniformidad. Modas se llaman las normas que, con carácter general, las sociedades imponen y, mediocres, a quienes las siguen sin espíritu crítico.

Tenía mucha razón Joan Barril al situar las ideas en la zona más protegida. De esta manera, el ruido de las opiniones, no destruirá esas ideas fundamentales que sostienen nuestros criterios más acertados. Pues, cuantas veces alteramos el discurso movidos por coyunturas favorables.  

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