OPINIóN
Actualizado 06/06/2015
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

Que vivimos en una campaña electoral permanente es algo que hoy día nadie pone en duda en España. Los gobernantes utilizan el poder más para conservar privilegios y prebendas personales que para trabajar por el interés general de la colectividad. Si no fuera así, no utilizarían todos los resortes a su alcance para intoxicar, manipular y desprestigiar al adversario con la única finalidad de derribarlo. No importa que el juego sea sucio y tramposo, hay que eliminar al oponente sea como sea para conservar el poder.

El espectáculo que está dando el PP en Madrid es bochornoso y lamentable, sobre todo en la pugna por alcanzar la alcaldía de la capital. La persecución que está sufriendo Manuela Carmena sólo obedece a la mala leche y a la impotencia. En algunos casos provoca el ridículo, como la reunión de un grupo de ultras en la sede federal del PSOE cantando el "cara al sol" y alzando el brazo con el saludo fascista, con el fin de que el PSOE no pacte con Podemos. Más que rabia e indignación, esta situación genera hilaridad y esperpento. Ya lo hizo también en su día Ruiz Mateos contra Miguel Boyer. ¿Cómo puede decir Esperanza Aguirre que Carmena es un peligro para las democracias occidentales? Menos mal que en el PP también hay gente sensata como el ministro de Asuntos Exteriores, García Margallo, cuando enmendó a la ex presidenta de la Comunidad de Madrid diciendo que la democracia no está en peligro y mucho menos con Manuela Carmena. Algo falla en España, porque estas situaciones son impensables en países de nuestro entorno geográfico y cultural. ¿No será que hay demasiada basura escondida en la trastienda de los gobiernos madrileños, que cambiar de regidores pueda significar el inicio de imputaciones masivas por presuntos delitos relacionados con la corrupción política y el PP tratará de impedir como sea que esto ocurra? Esta semana se han unido dos consejeros más, Victoria y Fígar, a esa larga lista de presuntos delincuentes.

Conozco la trayectoria personal y profesional de Manuela y tiene que quedar claro que es una mujer ejemplar, cuyo compromiso por los demás (fundamentalmente por las clases más desfavorecidas de la sociedad) ha sido y es su auténtica seña de identidad. Un ejemplo de esa integridad personal lo ha refrendado en la última entrevista que ha concedido a un medio de comunicación (diario El País), donde abandera su independencia política al afirmar que no tiene vínculos con Podemos y que se siente libre. Estoy seguro que lo que moverá a Carmena son los ideales de libertad, igualdad, justicia social, tolerancia, solidaridad y Estado de Derecho.

Algo falla en España también con las reiteradas y sistemáticas "pitadas" al himno nacional en acontecimientos deportivos como la final de la Copa del Rey de Fútbol celebrada en Barcelona. Sabemos que cada país tiene unos símbolos (banderas, himnos) que todos debemos respetar, aunque sólo sea por educación. Sabemos que en otros países cuya construcción democrática es más antigua y sólida que la nuestra, la sociedad se identifica más con sus enseñas. Pero también sabemos que nuestro país tiene un pasado reciente muy complicado y muchas de las heridas del fratricidio español, por desgracia, aún no han cicatrizado adecuadamente. Por otro lado, la utilización partidista que a veces se hace de estos símbolos enfrenta visceralmente a unos y a otros (manifestaciones contra el aborto, a favor de la familia, contra el matrimonio homosexual, etc., en los que participa la derecha social y política, portando banderas españolas, dando a entender que quienes no apoyan estas reivindicaciones son la anti España. En cambio, cuando las protestas y reivindicaciones son de la izquierda, también se suelen portar banderas, pero diferentes a la oficial, como la republicana o la del arco iris). A mí realmente, en lugar de irritación, todo esto me genera tristeza y desolación. No es agradable que se esté pitando sistemáticamente el himno y lo que debería hacer el poder político en estos casos -más que la sanción y la represión a quienes silban y promueven las pitadas-, es analizar el por qué y arbitrar mecanismos para resolver el conflicto. ¿Cómo? ¿promoviendo entre todos los grupos políticos una tercera vía, es decir, bandera e himno nuevos (y que el himno tenga letra, porque somos el hazmerreír de medio mundo) con los que todos nos sintamos más cómodos, que fueran aprobados por una mayoría cualificada de dos tercios o tres quintos del Parlamento y que se plasmara en una próxima reforma constitucional? Tal vez. Intentémoslo, merecerá la pena; de lo contrario, siempre fallará algo en España que nos hace más extravagantes que el resto de los ciudadanos de la Tierra.  

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