No puede ser otra cosa, un borrico con efluvios que pasaba por ahí dando tumbos, le dio una coz, nada le había hecho. En ese estado me encontré a este tierno arbolito en la calle de Los Ovalle la otra mañana, lo denuncié a 'un propio' y he dejado correr el tiempo por ver si lo reponían. Independientemente de que cumplan la promesa, y como queda reflejado en la cámara, allá va la imagen como ejemplo palmario de la cantidad de gamberros que recorren nuestras calles; como el furgón que arrancó un bolardo en la calle Valencia y se fue tan pancho dejando el artilugio en mitad de la calzada; la cantidad de capirotes que han tomado la fuente de los chorros del parque de La
Alamedilla como ducha particular, hasta se llevan el jabón, o esos grupos de gamberros que se cuecen en algunos de los locales que permiten permanecer abiertos toda la noche y dedican las madrugadas a la escandalera... Otro día más.