OPINIóN
Actualizado 02/06/2015
Joaquín Merchán Bermejo

La reforma laboral cumple ahora tres años desde su entrada en vigor. Ya podemos hacer balance y sacar conclusiones de una reforma que llegaba impuesta por los mercados y con unas expectativas creadas desde el Gobierno que claramente no se han visto cumplidas. No es mi objetivo dejar un reguero de cifras desalentadoras, pero sí  básicamente decir que la tasa de desempleo ha crecido según la EPA.  En síntesis, la reforma laboral ni ha creado empleo ni ha logrado frenar su destrucción. Somos muchos los que concluimos que ha contribuido a degradar las condiciones de trabajo y los derechos de los trabajadores.

Uno de los problemas más graves de la reforma laboral es que siempre partió de una idea errónea  de base,  que es pensar que cambiando las relaciones laborales se cambia el ciclo económico, cuando sin ser economista, creo que es al revés. En vez de luchar contra las verdaderas causas del deterioro de nuestra economía se ha elegido culpar de todos los males al funcionamiento de nuestras instituciones laborales, al mal llamado "mercado del trabajo", por los que creen en la mercantilización del mismo. Nuestras instituciones laborales  necesitaban reformarse desde hace algunos años como venían haciendo los países de nuestro entorno,   pero de forma diferente, nunca desde el derrumbamiento del derecho laboral  y el socavamiento de los más elementales principios de justicia social.

¿Qué queda de aquel derecho del trabajo que vino de la mano del Estatuto de los Trabajadores en 1980? Para los que lo estudiamos, lo enseñamos y lo aplicamos, quedan sencillamente las cenizas. El título de mi artículo no es una metáfora, es el testimonio de una realidad. La reforma laboral de 2012 ha sido de tal calado y de tan graves consecuencias, que ha roto el equilibrio que siempre persiguió el derecho del trabajo entre empresarios y trabajadores, en favor de los primeros,  dejando unas dolorosas secuelas para los segundos, entre ellas menos trabajo, más precario y peores salarios, que espero no tengan el carácter de irreversibles en el tiempo. Siempre en todas las cenizas quedan algunos rescoldos que se pueden reavivar, dándole con ello una oportunidad a la esperanza.

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