OPINIóN
Actualizado 02/06/2015
Emiliano Tapia

Ha sido una palabra y una experiencia ampliamente repetida  y compartida individual y colectivamente a lo largo de los últimos diez días en el entorno de alguno de los barrios de la margen izquierda del Rio Tormes.

Es verdad que todos los años, desde hace tantos?por este tiempo, espacios como el del Santuario de la Virgen de la Salud de Tejares, convoca cada día a miles de personas que bajo la mirada religiosa intentan buscar algo tan preciado y necesario como la Salud. Se pide y se pide, se reza y se reza probablemente muy apegados a la tradición, y estoy seguro que, en muchos casos, con sincera profundidad y confianza humana y religiosa, no lo dudo. Pero,  ya que sucede este hecho en un barrio tan querido por muchos salmantinos y salmantinas, quisiera desde esta situación de barrio y con la mirada puesta en otros barrios cercanos y la zona urbana en la que me sitúo, reflexionar en voz alta y en este mismo contexto de Fe y humanidad, sobre ese aspecto tan importante e imprescindible que estamos obligados a cuidar cuantas personas debemos dar el paso para pasar de la realidad individual a la colectiva y comunitaria, donde tanto nos va y tenemos en juego,  en estos momentos, de manera especial.

Nuestra sociedad, en muchos aspectos, está enferma, profundamente enferma. Desde la negación de derechos sociales fundamentales "está segregando violencia, y se cuela por todos los poros de nuestra piel".

Y en esta negación de derechos, y de esta violencia, por lo tanto de esa ausencia de salud, también nosotros mismos como personas y barrios estamos participando dolorosamente e injustamente. También nos afecta, muy de cerca, esta enfermedad tan profundamente arraiga desde la injusticia.

Seguro que desde el espíritu religioso que ha presidido estos días tantas visitas al santuario de la salud, alguien habrá tenido presente la necesidad de enfrentar una enfermedad que necesita de salud urgente. El Papa Francisco, en el número 75 de la "Evangelii Gaudium", (y le cito porque nos aclara y nos interpela, por lo menos a mí, muchísimo), reflexiona de esta manera: "No podemos ignorar que en las ciudades fácilmente se desarrollan el tráfico de drogas y de personas, el abuso y la explotación de menores, el abandono de ancianos y enfermos, varias formas de corrupción y de crimen. Al mismo tiempo, lo que podría ser un precioso espacio de encuentro y solidaridad, frecuentemente se convierte en el lugar de la huída y de la desconfianza mutua. Las casas y los barrios se construyen más para aislar y proteger que para conectar e integrar. La proclamación del Evangelio será una base para restaurar la dignidad de la vida humana en esos contextos?"

Quiero servirme de este acontecimiento anual y popular, religioso y tradicional, para aportar en voz alta la necesidad de no sólo celebrar la Salud, no sólo aprovechar la ocasión de oración, no sólo de exaltar la tradición de una comunidad, no sólo de poder compartir la Fe, que todo puede ser muy importante para quienes así lo sienten; sino que en nombre de una amplia comunidad humana, nos sintamos empujados a construir, a denunciar, a apostar por la obligación de afrontar situaciones que necesitan del compromiso que supone el apostar por la salud individual, sí; pero, sobre todo, por la SALUD COMUNITARIA de nuestros barrios.

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