OPINIóN
Actualizado 02/06/2015
Cipriano Pablos

Si los del Libro Guinness  hubieran andado listos el sábado pasado podían haber  registrado un nuevo record: 15.001 silbatos en un partido de fútbol, ahí es nada. La polvareda que se ha levantado por el hecho va a quedar en lo mismo que quedó otras veces. Ya sabemos cómo funciona esto. Nuestro paisano y juez Santiago Pedraz ya dictó sentencia hace 6 años sobre el mismo hecho: es libertad de expresión pura y dura, qué le vamos a hacer.

La Comisión antiviolencia  ¿a quién va a pedir responsabilidades: a los clubes, a la Federación, al que compró los silbatos, al que financió los silbatos (¡ay Arturito!), a los que soplaban??  Paripé, solo paripé. Es curioso esto de la libertad de expresión:  si en un partido a un jugador no blanco se le grita ¡uh,uh,uh!, esto es xenofobia y le ponen la correspondiente multa el club titular del campo.  Montar un concierto de silbatos y pitos cuando entra el Jefe del Estado y empieza a sonar el Himno Nacional, con la más que clara intención de desprecio hacia ambos, eso es libertad de expresión, que lo dijo Pedraz y lo volverá a decir él mismo o el de turno, si el asunto llega a sus manos.

Opino que en democracia todo tiene o debe tener un límite. Como estábamos tan faltos de ella hace casi 40 años ya, nos la vendieron con los argumentos más convincentes y fáciles: los derechos. Pero si en una democracia nos olvidamos de la parte más importante, como garante de los derechos, que son las obligaciones, nos han vendido una democracia adulterada y poco fiable. Una sociedad democrática seria debe tener normas de obligado cumplimiento, que te permitan hacer y decir hasta el punto donde empiezan los derechos del otro, que no puedes invadir, ni pisotear. Si traspasas esa raya, algo le estás negando al otro, que también tiene derechos.  La anarquía no es garantía ni señal de libertad, en una sociedad madura.

Sería deseable que clubes de fútbol como los que disputaron el partido el sábado, que no quieren a España, que no respetan sus símbolos ni al propio Jefe del Estado, sea Rey o lo que fuere, por propia coherencia no participaran en este tipo de competiciones. ¿ Para qué quieren en sus vitrinas esa copa?

El que se merece un reproche es el Presidente (vitalicio) y antiguo "furbolista", Sr. Villar, que en vistas de que los contendientes eran como el hambre y las ganas de comer, decidió juntarlos  en el sitio más apropiado para garantizar la magnitud de la gresca. Hubieran sonado los silbatos en cualquier parte, siendo quienes eran los contendientes, pero con menos dicibelios. 

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