OPINIóN
Actualizado 01/06/2015
Javier González Alonso

En un reciente estudio publicado en la revista Ecology Letters, el equipo dirigido por el profesor Richard Inger, del Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de Exester, Reino Unido, ha señalado que casi una cuarta parte de las aves que teníamos en Europa hace un cuarto de siglo ha desaparecido. Para llegar a esa conclusión se estudiaron los datos de 25 países europeos desde el 1980 hasta 2009, poniendo de manifiesto que hemos pasado de una población de más de 2.000 millones de individuos voladores a los 1.600 que parece tenemos en la actualidad.

Quiere, además, señalar el estudio que las aves más afectadas son, precisamente, las especies que no tienen ningún tipo de figura de protección, las especies más comunes, pues se estudiaron 144 especies de las, aproximadamente, 500 tipos que tenemos en Europa. Y, por lo que menciona el profesor Inger, "el declive se ha ralentizado recientemente y es de esperar que los crecientes esfuerzos de conservación aseguren el futuro de la mayoría de las especies. Pero tenemos que aseguramos de que gestionamos el medio ambiente con la vida silvestre en mente".

Unas desapariciones que se ceban, principalmente, en las especies que mayores poblaciones presentaban; cerca del 90% de los individuos desaparecidos pertenecen a sólo 24 especies de las más comunes y pequeñas: el gorrión común, que prácticamente se ha extinguido en ciudades como Londres, o Praga; la golondrina común se ha visto reducida un 30%; el vencejo común otro tanto; las otrora abundantes bandadas de estorninos, las que oscurecían el cielo, han dejado de ser tan comunes? Y, como es habitual en las últimas décadas, las causas son netamente humanas: la expansión urbana en detrimento del medio rural; la fumigación de arcenes, zonas turísticas y campos de cultivo, entre otras.

Obviar las interconexiones existentes en la naturaleza nos está trayendo serios quebraderos de cabeza: por ejemplo, olvidar que los fitosanitarios acaban con los insectos de los que se alimentan los pájaros insectívoros, agentes imprescindibles en el control de plagas. Algunos pequeños alados, además, polinizan ciertas especies de plantas, y muchos de ellos ayudan a dispersar las semillas de varias familias de árboles. Y no sirve el argumento de que ya hay suficientes zonas protegidas, pues por muchas reservas que se creen, nunca se protegerán a las aves que viven en nuestros pueblos y ciudades.

Para realizar una protección efectiva habría que empezar por cambiar la economía en bloque, empezando por la política agroalimentaria europea, basada en la productividad. Cosa que agradecería una de nuestras especies más emblemáticas, el buitre leonado, que ha sufrido la primera muerte conocida por envenenamiento por un medicamento aprobado para usarse como antiinflamatorio con el ganado: el diclofenaco, al que se ha añadido el flunixin. Mientras en España, a través de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, se aprobó, el año pasado, este fármaco para su uso en el ganado, en India lo prohibieron porque las carroñeras allí existentes, con un papel esencial en los ecosistemas, igual que las de aquí, casi se extinguen por completo, cosa que se evitó prohibiendo dicho medicamento para el ganado.

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