OPINIóN
Actualizado 01/06/2015
Rubén Martín Vaquero

Nunca...

Nunca creí encontrarte tan lejos de la mar, tan hecha de viento.

Quizá aquella noche, cuando largaste velas de campaña y te echaste a volar, tomaste el fulgor de una estrella como ancla.

O, tal vez tuvieses el favor de los cielos y estuvieras llena de auroras, melodías y sueños.

 

Lo ignoro, pero tú sabes que esa noche cargabas la mirada con una multitud de promesas, un abismo? turbio, y un batir de alas.

 

Si pudiera me acurrucaría contigo entre aquellas armas, para que nos enamorásemos juntos y, con una sola mano, pintásemos tu nombre en todas las tapias, y compartiésemos caricias, y besos, y un ciento de nuevas miradas, y, estoy seguro, nunca más se nos enfermaría de soledad el alma.

 

Bendito imposible, inocente y fugaz como un suspiro, que marea palabras, azuza desasosiegos, inventa fantasmas y, sin pretenderlo, te hunde o te ensalza.

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