OPINIóN
Actualizado 31/05/2015
Paco Blanco Prieto

Deja de mirar, amigo, la vida que pasa a través de la ventana y sal a su encuentro con la esperanza de la resurrección. Viste de azul los recuerdos y olvida la causa que te retiene encarcelado entre el yeso de las cuatro paredes del dormitorio, porque el tiempo no va a retroceder sobre tus pasos.

Olvida el lastre doloroso de inmóviles recuerdos ante su retrato y abandona las gafas sobre la camilla, porque la relectura de cartas olvidadas escritas durante los años que pasaste junto a ella, te alejan de quienes buscan tu cercanía, necesitan tus manos y requieren tu consejo.

Cumple, Salus, el compromiso de vida que hiciste en vísperas de su partida, pensando en los que aguardan tu sonrisa para alegrar sus vidas. Haz un hatillo con los mejores recuerdos, échatelo a la espalda y sal en busca de los brazos que te esperan, porque aún no es tiempo de vendimia y en tu cepa familiar hay racimos anhelantes de ver reflejada tu figura en la piel de las uvas.

Levántate, Salus. Levántate y anda, cual Lázaro evangélico renacido a la vida. Hazlo por esos lebreles que aspiran a ser recogidos por el abuelo en los toboganes y columpiados delicadamente, mientras les hablas de los vaivenes de la vida, aunque para ti el último manotazo te haya arrinconado en la cárcel doméstica donde el tiempo pasa a ritmo de suspiros y añoranzas, esperanzado inútilmente en que los retratos en sepia que contemplas te devuelvan lo ya perdido.

Renuncia al hastío que ennegrece tu vida, abandona el diván donde pasas horas recordándola, y sal a respirar el aire del campo, a oler el aroma del tomillo, a ver el vuelo de las aves y enaltecer tu espíritu en el crepúsculo, cuando el día se despide anhelando nueva madrugada renovada por felices lágrimas de estrellas.

Nunca imaginé, Salus, que la amarás tanto como para llegar al suicidio del abandono existencial, pero haz de tu fortaleza doctrina para tomar su relevo en la camilla familiar, llevando a todos hacia la felicidad por ella pretendida, con su recuerdo en bandolera, su espíritu en la solapa, y haciendo de su amor consigna, porque ningún lugar está lejos para las personas que se amaron.

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