Ambas alcaldables tienen planes ambiciosos para hacer irreconocibles sus respectivas ciudades. Por ejemplo, en la cuestión de la vivienda, paralizar todos los desahucios ?lo que complicaría la oferta crediticia de los bancos?, y ceder viviendas vacías, lo que, en el caso de Barcelona, el propio partido ganador cuantifica en 50 millones de euros.
Se trata, en ambos casos, de dotar de servicios y de prestaciones hasta ahora escasas a determinados colectivos. En principio, poco que objetar, al margen de lo idóneo o no de las medidas. Lo peliagudo es su coste y, aun más, su pago.
En Madrid se planea paralizar nuevas urbanizaciones, aumentar el agua y la luz (gratis) a quien no pueda pagarlas, gastar más en sanidad, aportaciones a parados y comedores escolares y, por el contrario, dejar de ingresar dinero en las arcas municipales por la venta de patrimonio público.
Todas estas providencias ?y otras más? están en el programa de Ahora Madrid. También figuran en el de Barcelona en Comú, que incluso las cuantifica: 20 millones para servicio de comedor, 5 para más ayudas sanitarias, 25 para completar su renta mínima a los perceptores de menos de 600 euros, etc., etc.
El mundo sería maravilloso si todos pudiésemos dar ?y recibir? con un mero chasquido de dedos éstas y otras prestaciones. Pero, ¿quién va a pagarlas para que otros las reciban gratis?
La fácil explicación de que eso corresponderá a los ricos siempre ha sido una falacia. Lamentablemente, quienes más tienen son quienes más y mejor defraudan al Fisco, ponen su dinero a buen recaudo o, como en el caso de los inversores internacionales, dejan de ir adonde prevén problemas, como ha empezado a suceder en nuestro caso tras el 24-M.
Al final, como siempre, quien pagará el pato es la sufrida clase media, que ya está crujida a impuestos como nunca. Veremos en seguida el aumento exponencial de las tasas y tributos municipales y, en vez, del incremento general del bienestar, el crecimiento del número de familias con problemas. Si no, al tiempo.