Estamos en la noche antes de las elecciones autonómicas y municipales. Siempre se dice que en estas importan más las personas que las siglas.
Desde luego no se respira emoción ni espíritu de cambio. Personalmente me quedo sorprendido cuando aparecen por la televisión esos mítines multitudinarios. No puedo creer que convoquen tanta gente, actualmente no veo liderazgos claros ni mensajes o propuestas realmente innovadoras.
Entiendo algo más que alguien se presente para intentar cambiar las cosas en un municipio o en una comunidad. Pero cuando escucho hablar a los que ya están peleando las generales me resultan molestos y no creíbles.
Actualmente está fácil mejorar porque los últimos tiempos se han presentado inmorales. No se puede generalizar pero estamos en un sentido del bien común y de la justicia bastante deteriorado. Últimamente los propios funcionarios sobre los que evidentemente no debemos generalizar no parecen estar para resolver problemas a los ciudadanos, sino más bien para crearlos.
Hay una gran hipocresía respecto a la prioridad de unas y otras leyes. Para cualquiera que quiera emprender no es verdad que se le faciliten las cosas. En el terreno del medio ambiente siguen los barcos soltando chapapote y siguen restringiendo a agricultores o ganaderos tener diez gallinas y dos cerdos para autoconsumo.
En servicios sociales no se adoptan medidas valientes que promocionen a los jóvenes provenientes de la exclusión social hacia el empleo o el esfuerzo sobre las rentas mínimas que en muchas ocasiones, acomodan y restan ambición por construir un mundo mejor. Cuando a los menores no se les protege a tiempo acaban entrando en los centros como infractores.
No se pueden cambiar y recambiar leyes de educación sin formar y reciclar al profesorado que según el actual funcionariado nadie puede obligarles a cambiar.
Incluso muchas inversiones en sanidad no se entienden porque pueden invertir más en un parking que en habitaciones o personal.
Me cuesta pensar en la mente de los políticos como personas al servicio del pueblo por encima de sus propios intereses, no aparecen como filántropos, sino más bien parecen vendedores de mercadillo que anuncian calcetines o calzoncillos a bajo precio.
Hemos descubierto en los últimos meses movimientos de construcciones y viajes de candidatos por todos los rincones del reino prometiendo lo que hasta ahora no han hecho. Todos pendientes de las encuestas y volviendo a contar lo mismo sin ningún atisbo de vergüenza, ni remordimiento de conciencia.