Entre olivos,
naranjos
y limoneros,
se me fue de las manos
el mes de enero.
Febrero viene...
y entre tanta cigüeña
que busca hogar,
se me escapan sus días,
se van, se van...
Marzo ya entona
cascabeles al viento
y se envalentona.
Con sus trinos, abril,
repicotea...
y, en hermoso arco iris,
se pavonea.
Explota mayo...
Luces, tonos, aromas...
Edén cromático.
Junio, a la hierba,
los colores le saca
sin darse cuenta
y ella enrojece...
Mientras,
julio y agosto
van desgranando,
de la mano cogidos,
campo por campo.
Tiene septiembre
un no sé qué
y es que a veces se queja.
¡No sé de qué!...
si, otra tras una,
se acurrucan las uvas
de la fortuna.
Entre lamentos,
-vociferando-
se despliega ya octubre
y abre los campos.
Con frágil gracia
llega noviembre
y desparrama,
sin ton ni son,
de las ramas, sus hojas.
Viento... agua... sol...
Diciembre afila
cuchillitos helados
por las colinas...
Todo engalana,
-el muy bribón-
con confeti de nieve
monocolor.
Los doce meses,
año tras año,
me deshojan las hojas
del calendario.