OPINIóN
Actualizado 24/05/2015
Álvaro García Velázquez

"Hoy se deciden muchas cosas. Decidamos bien."

En los últimos meses, y sobre todo en las últimas semanas tan electoralistas (¡por fin se acaban!), vemos como desde las instancias del poder local se apresuran a lanzar una campaña del miedo y el odio hacia opciones políticas distintas que buscan cambiar las cosas (aunque otros sólo quieran recambiarlas) y hacen un llamamiento al "orden y la estabilidad" para que todo siga como ahora. ¿Pero de qué estabilidad hablan?

 

No hablan de la estabilidad de mi padre, que después de estar trabajando toda su vida le va a quedar una jubilación de mierda porque con 60 años se ha quedado en el paro y ya nadie le contrata. No hablan de la estabilidad de mi madre, que después de 40 años en la misma empresa se va "a la calle". Ni hablan de la estabilidad de mi hermano, que con una niña de 8 meses se ve prácticamente obligado a los apaños para sacar su familia adelante porque no reciben ayudas. Tampoco de la estabilidad de mis amigos, que cada vez son más los que se van a Madrid a ver si consiguen ganarse la vida y emanciparse. Ni por supuesto de la mía, que no paro de encadenar trabajos temporales y precarios, cuando los tengo.

 

Esta panda de mafiosos y sinvergüenzas hablan de su estabilidad. La estabilidad que les da colocar a familiares a dedo en instituciones públicas cuando supuestamente ellos son liberales. La estabilidad que les da tener un panfleto propagandístico goebbeliano que dice de qué se habla y qué se ve en esta ciudad. La estabilidad que les da vender la ciudad a empresas a cambio de favores y financiación en campaña. La estabilidad que les dan unos hosteleros que han convertido esta hermosa ciudad en un macro-vomitorio. La estabilidad que les da tener un sheriff peculiar y a su brigada de chóferes y guardaespaldas, utilizados para transportar amantes, hacer recados y a espiar a la gente luchadora a través de una furgoneta camuflada e ilegal, conocida como "la tomatera", con scanner habilitado para cazar frecuencias de móviles. Podría seguir así durante un largo rato, pero en definitiva, de la estabilidad que hablan, es de la que les permita seguir viviendo de la mamandurria y el cuento.

 

Ante esta situación, sólo queda echarles, echarles para que no vuelvan jamás y devolver la ciudad a su gente, a la gente normal y corriente. Hoy se deciden muchas cosas. Decidamos bien.

 

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