Los pobres que tienen esperanzas inquietan a los poderosos
Su nombre es Esther Duflo, economista nacida en Francia de 42 años, profesora de Reducción de la Pobreza y Economía del Desarrollo en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) y recientemente galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales por su estudio de las políticas contra la pobreza.
Esther Duflo, es de esas escasas personas que centra su actividad no en dar de comer al hambriento sino en identificar las causas por las que pasa hambre y lo cierto es que sus conclusiones no son demasiado optimistas: Se pueden arbitrar medios para evitar las desigualdades sociales, pero siempre habrá más o menos pobre en la base de la sociedad. Según la investigadora el objetivo de acabar con la pobreza no es realista y el elemento humano es definitivo ya que los países más pobre son los más corruptos.
Algunos la tildan de radical, pero tal vez sólo sea de esas personas que se atreven a decir en voz alta lo que muchos callan. Un dato. Cada día mueren en el mundo 25.000 niños a causa de enfermedades fácilmente evitables, esto supone tres veces más que los muertos en los recientes terremotos de Nepal. Devolver la vida a las víctimas es imposible, reconstruir todo un país una tarea inmensa y costosísima, salvar la vida de un niño es sencillo y barato, apenas una vacuna o unos medicamentos genéricos. ¿Qué debemos priorizar?
La investigadora francesa, no es la primera persona que se cuestiona la eficacia de la Cooperación al Desarrollo, hace ya más de 15 años, la también economista Dambisa Moyo, nacida en Zambia y doctorada en Oxford, se preguntaba si después de tantos años de ayuda a los países africanos, había mejorado la vida de los ciudadanos en su libro "Cuando la ayuda es el problema" En este políticamente incorrecto ensayo su autora afirma que debemos cambiar nuestra manera de apoyar a los más desfavorecidos: Vivimos en una cultura donde aquellos que viven mejor suscriben, mental y financieramente, la idea de que dar limosnas a la gente pobre es lo correcto.
¿Qué tienen las mujeres que ven cosas que otros no vemos? ¿Qué hacer entonces? Porque en mi opinión, a las personas hay que darles esperanza y oportunidades y eso se consigue luchando contra la desigualdad, respetando los derechos y procurando que cada ser humano disponga de lo necesario para construir un proyecto de vida digno. Las "limosnas" que ofrecemos los países, que nos autodefinimos como desarrollados, no son más que bálsamos para calmar nuestra mala conciencia.
Hay que repensar las formas, los modos y sobre todo los motivos por los que se ayuda y para ello, es indispensable EDUCAR. Educar en el respeto, la justicia y la equidad. Deben repensarlo los Gobiernos, los ciudadanos, pero sobre todo las Organizaciones No Gubernamentales, ya que se precian de canalizar la solidaridad de estos. La principal batalla para vencer a la pobreza, se debe librar en nuestro propio país, en Europa, en todos los países ricos, más que en los beneficios de nuestra magra y siempre interesada generosidad.
Jon Sobrino, barcelonés, ingeniero, jesuita, teólogo de la liberación, a quien la Congregación para la Doctrina de la Fe ¿qué fe? prohibió enseñar en instituciones católicas, afirmaba: Los pobres que tienen esperanzas inquietan a los poderosos. ¿Tememos la esperanza de otros o se trata sólo de miedo a perder nuestro poder?