OPINIóN
Actualizado 22/05/2015
Aída Acosta Alfonso

Las personas y las parejas tienen todo el derecho del mundo a usar los símbolos que consideren oportunos, siempre que no sean irrespetuosos o lesivos para los demás.

A partir de una novela, empezó la moda en el Puente Milvio de Roma; ahora se ha extendido por todo el mundo., incluso  el pozo del Huerto de Calixto y Melibea de Salamanca estaba lleno de ellos. En el Puente de las Artes de París han tenido que tomar medidas porque el peso puede hacerlo caer.

Poner un candado y tirar la llave a un río o un pozo es un gesto, si es sincero (porque las modas llevan a obligaciones convencionales no sinceras, como ocurre en tantas celebraciones de San Valentín) expresa un deseo de permanecer unidos para siempre, eliminando, de forma simbólica, la posibilidad de separase. Un símbolo que podría patentar la iglesia a católica, tan estricta en estos temas.

Me pregunto si las parejas que se separan, después de semejante rito, vuelven para recuperar la llave del río o del fondo del pozo. Aunque me imagino que habrá cerrajeros dispuestos a solventar estar este problema.
Ya sé que mejor es este sueño de los enamorados, que puede llegar a cumplirse, no soy pesimista en este sentido, que un contrato previo,¡tan moderno!, pactando las condiciones de la más que posible separación futura.
Aun así, me permito decir que, en realidad, es mejor que los dos miembros de la pareja mantengan la llave en su mano (dos llaves, por favor, una para cada uno) para que se sepan y sientan libres de estar unidos. Este es el desafío y el sueño de una utopía que puede ser realidad: mantenerse juntos toda la vida, sabiendo que se es libre, porque para estar juntos se necesitan dos voluntades, dos personas que se comprometen, pero para separarse, basta que uno quiera. Sentirse seguro y libre en  una relación es casi la cuadratura del círculo, pero los humanos somos capaces de estas cosas. Capaces de construir ideales, llenarnos de romanticismo y hacerlos realidad. En este empeño, es mejor ser naranja entera, que rueda libre con la otra, haciendo camino, que no medias naranjas.

Seguramente, por eso, estimado lector, me gusta más una rosa, dos rosas, si se prefiere, renovadas de cuando en cuando, que los candados del enamoramiento porque como decía D. Quijote: "la libertad, amigo Sancho, es el don más grande que nos han dado los dioses". Soy libre y quiero estar contigo, eres libre y, dime, si quieres estar comigo, pero guardemos la llave de la libertad si queremos seguir siendo humanos.

Foto: Villa

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