OPINIóN
Actualizado 21/05/2015
Víctor Hernández

Cuando de composiciones extravagantes se trata, seguramente a muchos nos vienen unos cuantos nombres de compositores a la cabeza.

Para muchos esas piezas tan desafinadas, faltas de melodía, o incluso de armonías, no son más que algo que está fuera de la musicalidad y que en definitiva no sirve para nada, pero si hablamos de gente de la talla de Satie, ahí ya no se sabe qué pensar.

Erik Satie (Honfleur 1866 - París 1925) era un hombre que había dedicado poco tiempo al estudio, sin embargo era un tipo listo y con mucho sentido del humor. Puede que fuera eso, junto a su gran personalidad excéntrica lo que le ayudara a hacerse un hueco en el mundo musical, pasando a la historia como uno de los grandes compositores del siglo XX.

No seguía las normas de la armonía, ni prácticamente ninguna norma, más bien si había alguna norma que seguir se encargaba de destruirla. No solo utilizaba disonancias musicales (algo que puede sacar de sus casillas a cualquiera), sino no que no llegaba a resolverlas nunca, dejando sus piezas con una sensación de mal gusto al no llegar en ningún momento una armonía pacificadora. No contento solo con eso, se divertía acompañando sus partituras con títulos tales como: Tres piezas en forma de pera, Deportes y diversiones o Fastidios, nombres inventados que no vienen a decir nada y que no obstante a mí me parecen muy buenos.

Otro de sus entretenimientos era hacer anotaciones de dinámicas para el ejecutante con expresiones escritas a pie de partitura como: "pianissimo con escaso aliento" o "con mucha dificultad". Algo que hacía en algunas ocasiones para satirizar las indicaciones que Debussy plasmaba en sus partituras.

Sus piezas eran monótonas y carentes de sentimiento, generando en contra de todo pronóstico para la época una innovación. Lo cual se puede ver en la composición Fastidios, donde repetía de forma fastidiosa las mismas notas una y otra vez de forma muy lenta, hasta un total de 840 veces. Pudo ser el primer intento consciente de alcanzar una sensación de atemporalidad musical, quizá abriendo la puerta al minimalismo que vendría a mediados del siglo XX y dando paso a la música experimental de Cage.

Fue Richard Toop uno de los pianistas osados que se atrevió a tocarla en directo. Más de 18 horas de pieza (dependiendo del intérprete). Pero la segunda vez que intentó conseguir esa proeza, a las 17h tuvo que dejarlo para ser trasladado al hospital a causa de un coma hipoglucémico.

Os dejo un fragmento para que la escuchéis. 

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