La sexualidad siempre ha estado presente en la sociedad de un modo u otro, es algo natural, es el proceso que da origen al ser humano.
Sin embargo, hoy en día, en la sociedad del consumo, el sexo ha globalizado nuestras vidas y la finalidad siempre es la misma, manipular y vender.
Lo más preocupante es que ha comenzado a afectar a edades cada vez más tempranas, los niños ya no quieren ser niños, el acceso a las nuevas tecnologías ha acortado terriblemente el concepto de la infancia. Las medidas de protección son pocas o insignificantes, es muy difícil que los padres puedan controlar lo que ven sus hijos las veinticuatro horas del día, y los contenidos para adultos están al alcance de un click.
Pero la pornografía no es el único problema ni de lejos. El mundo de la moda, los medios de comunicación... son muchos los entornos que actualmente nos intentan controlar, por ejemplo, mediante la imposición de cánones estéticos irreales. La mujer, lejos de estar liberada, es más esclava que nunca, se utiliza como reclamo sexual, y el hombre más de lo mismo.
No podemos olvidar que los niños son los seres más influenciables que existen, y el terrible peligro que engloba el hecho de crecer intoxicados en este mundo ficticio tan carente de valores.
Y sí, esta columna trata sobre el misterio, y una de sus vertientes es investigar sobre las oscuras intenciones que se esconden tras estas maniobras de manipulación mediática. Creo que es más que necesario quitar la venda de los ojos a una sociedad que poco a poco se pierde entre las cuerdas de esta gran marioneta que nos mece a su voluntad.