OPINIóN
Actualizado 21/05/2015

¿Qué nombre le pongo?,  ¿cómo le voy a llamar?, ¿puedo cambiarle el nombre que tiene?,
son preguntas muy frecuentes que nos hacemos y tienen su por qué.

Ya lo dice la Biblia, Yahvé  creó a todos los animales pero los llevó ante el Hombre para que este les pusiese el nombre; porque Dios dió al hombre la propiedad sobre los animales.

Ponerle nombre a alguien o a algo es una manera de tomar posesión de él, de reivindicar la propiedad. De hecho ni se nos ocurre ponerle nombre a nada o nadie que no consideremos nuestro. Y en algunas culturas, conocer el nombre es como conocer a la persona. El nombre nos presenta, nos antecede.

Durante mucho tiempo con el nombre que dábamos a los animales solíamos referirnos a alguna característica física : " canelo " , " negrito ". Era una manera de no involucrarnos afectivamente, de establecer cierta distancia entre el animal y nosotros.

Con la progresiva concienciación hacia los animales de compañía, al haber pasado a ser parte de nuestro entorno más próximo, les ponemos nombres que para nosotros signifiquen algo o, al menos, que nos gusten. Y hemos humanizado los nombres que damos a nuestros animales:  Dora,  Elvis, Freddy .  

Y cuando nos llaman, nos reconocen y nos reconocemos.  Por eso ¡qué triste cuando oyes a alguien llamar a su animal diciéndole  "perro " o " gato " únicamente!. Ya lo decía Audrey Hepburn en "Desayuno con diamantes ":  "Somos un par de seres que no se pertenecen, un par de infelices sin nombre, porque soy como este gato, no pertenecemos a nadie. Nadie nos pertenece, ni siquiera el uno al otro."

Elegir bien el nombre de vuestro animal es una prueba de cariño. 

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