OPINIóN
Actualizado 20/05/2015
José Luis Sánchez

El sistema bipartidista, que se remonta a la España del siglo XIX, tiene una sólida estructura que lo mantiene. Mientras la ciudadanía no asuma su responsabilidad de votar en las elecciones, los partidos minoritarios no tendrán capacidad suficiente para c

Tras las elecciones europeas del pasado año hay dos temas destacados en el debate electoral: la sorpresa de "Podemos" y el varapalo al bipartidismo que, al parecer queda tocado. Pero para poder hablar sobre si lo ocurrido afecta de verdad a ese sistema decimonónico o si se trata de una crisis coyuntural, debemos aclararnos sobre qué entendemos por bipartidismo y a qué nos referimos cuando decimos que empieza a agrietarse.

Una posible explicación casi literal puede ser la de dos partidos que se alternan en el poder y que, como en época de Cánovas y Sagasta, colaboran, o no, según los intereses mutuos. Esta definición se acerca bastante a la realidad existente en el Congreso de los Diputados pero no sería del todo cierta ya que, tanto en la Cámara Baja como en la Camara Alta, existen otras fuerzas periféricas o minoritarias que, a veces, han tenido su relevancia colaborando y sosteniendo a uno de los grandes partidos. Tanto con González como con Aznar esas coaliciones fueron de gobierno, mientras que Zapatero innovó con la "mayoría variable", aparentemente más aceptable desde la moda de lo políticamente correcto. Otro ejemplo, posible, quizá este más puro, puede encontrarse en el Ayuntamiento de Salamanca solo que aquí, lo de la alternancia, no se ajusta a la realidad. Unos gobiernan y los otros? hacen lo que pueden.

Para mí la verdadera crisis del bipartidismo, lo que realmente demostraría el fin del sistema ,sería que otras fuerzas políticas que no correspondan al PP o al PSOE, los conservadores y liberales del siglo XIX, tuviesen opción de Gobierno. Para ello es necesaria una reforma de la ley electoral y por extensión del Senado. Solo con unas elecciones más justas e igualitarias, sin dejar de respetar a las minorías, podremos conseguir el fin del bipartidismo.

Conseguirlo no es tarea fácil, no bastan con un 7% o un 10% de los votos para cambiar las cosas pues los dos grandes partidos, y los nacionalistas que se benefician de ellos, aún no están por la labor de enmendar la injusticia, de ceder terreno y asumir el reto de un verdadero juego democrático y representativo. Mientras esta ley no se cambie, el bipartidismo seguirá con buena salud para resistir los envites de la ciudadanía.

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